CIUDAD DE MÉXICO,- La actividad humana se refleja y perturba ecosistemas y afecta su biodiversidad, aspecto que se advierte en la selva tropical de Los Tuxtlas en Veracruz, considerada una Reserva de la Biósfera luego de un estudio de 40 años muestra esta circunstancia.
Científicos de los institutos de Ecología (IE) y de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM, junto con la Universidad de Stanford, Estados Unidos, efectuaron dichos estudios ecológicos en dicha región selvática.
Iván Ortiz, maestro en ciencias, investigador del IIES (con sede en Morelia) y uno de los coautores del estudio, expuso que la investigación la inició en 1975 el ecólogo y ex rector de la UNAM, José Sarukhán, quien encontró la población de palmas en equilibrio.
La continuaron los ecólogos Daniel Piñero, Rodolfo Dirzo y Miguel Martínez-Ramos, entre otros, quienes hallaron que la población de esas plantas (que viven más de 120 años) había crecido de manera desorbitante y provocado la reducción de 40 por ciento en la cantidad de especies de árboles.
Los resultados de la investigación, realizada en la Estación del Instituto de Biología (IB) de esta casa de estudios dentro de la Reserva (que abarca 640 hectáreas), fueron publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), y muestran el deterioro de la selva ubicada más al norte del continente americano.
Tomando como eje a una población de palma tropical llamada Astrocaryum mexicanum, los científicos midieron el incremento exponencial de dichas plantas en más de 350 por ciento, pasando de mil por hectárea a cerca de cuatro mil, en cuatro décadas.
También se percataron de cambios en el funcionamiento del sistema como un todo. Por ejemplo, aumentó 10 metros el carbono almacenado en la vegetación de la parte baja de la selva y disminuyó entre los árboles de más de 40 metros de altura.
“Hasta ahora no existe otro estudio que haya evaluado puntualmente los efectos de las perturbaciones antrópicas sobre las comunidades vegetales al interior de áreas naturales protegidas y, menos aún, en el largo plazo”, indicó.
“Nuestro trabajo es una prueba de que la salud de las reservas tropicales puede afectarse de manera negativa por el contacto que mantienen con las áreas perturbadas vecinas y por el incremento de las actividades cinegéticas en su interior”, planteó Iván Ortiz.
El maestro en ciencias, investigador del IIES con sede en Morelia, quien es además uno de los coautores del estudio, alertó que todo ello ha ido comprometiendo los esfuerzos de conservación.
La hipótesis de los científicos indica que el crecimiento exponencial de las palmas, así como los cambios en la diversidad y el funcionamiento de las selvas, son signos de los efectos de perturbaciones causadas por actividades humanas alrededor de la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas.
Primero, al ser fragmentada y aislada, sus bordes quedaron expuestos a una mayor frecuencia de caída de ramas grandes y árboles completos, que al sucumbir forman huecos en la bóveda del ecosistema.
Explicó que ello permite la entrada de más luz solar a la selva, energía aprovechada por la palma para producir más semillas y crecer con rapidez cuando es joven.
En segundo lugar, alertó que con la desaparición de selva en los alrededores y la cacería furtiva de animales como venados y pecaríes, esos mamíferos grandes que se alimentaban de las semillas y plantas jóvenes de esta palma han disminuido de manera drástica.
Abundó que sin ellos, y con más luz, las palmas han proliferado, guardando para ellas los recursos de la selva disponibles para otras especies de plantas.
“La historia que narra este estudio es triste, pues refleja que los esfuerzos por conservar un ecosistema tan valioso como la selva húmeda de Los Tuxtlas no ha podido contrarrestar los efectos de las actividades humanas”, finalizó Iván Ortiz.