ISRAEL.- En Israel, el consumo recreativo de cannabis es ilegal; en cambio, el Estado autoriza e incluso alienta su consumo desde hace una década con fines terapéuticos. Por tal motivo, a las afueras de un tranquilo pueblo en el norte de Israel, crecen al resguardo de miradas indiscretas 50.000 plantas de 230 variedades diferentes de cannabis con fines médicos, la segunda plantación más grande del país.
Debido a su naturaleza, esta instalación, más que estar dedicada a fines científicos, parece una base militar israelí, al estar protegida por un foso, una muralla, alambradas, cámaras de vigilancia y hombres armados.
En 2015, los médicos lo prescribieron a unos 25.000 pacientes con cáncer, epilepsia, estrés postraumático o enfermedades degenerativas, no para curar su mal, sino para atenuar los síntomas.
El empleo del cannabis médico divide a los médicos por la cuestión de la dependencia y los trastornos de comportamiento como la agresividad. Esta sustancia presenta virtudes reconocidas desde hace mucho, como reavivar el apetito, reducir los problemas de sueño, y posee propiedades ansiolíticas e incluso antiinflamatorias, aducen sus defensores.
Su investigación avanza más rápido en Israel que en otros lugares: las autoridades son más liberales y los ensayos clínicos en humanos escapan a la reglamentación, contrariamente a otros países.
Aunque Israel no tiene derecho a exportar sus flores de cannabis, ha apostado por exportar su experiencia agrónoma, médica y tecnológica para convertirse en un centro mundial dedicado a esta sustancia. Una veintena de equipos universitarios locales se ha especializado en este campo y la prestigiosa universidad hebraica de Jerusalén acaba de inaugurar su centro de Investigación sobre del Cannabis.
jcrh