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Hillary y Michelle, no son amigas pero se necesitan

Hillary y Michelle, no son amigas pero se necesitan

WASHINGTON,-  En apariencia al convocarse las elecciones presidenciales se pudiera decir que el empujón definitivo entre los votantes demócratas, ha sido Michelle Obama. No, no son amigas pero por alguna razón se necesitan. ella significa la diferencia para que se pueda lograr su cometido.

«No la líes». Fue lo primero que le dijo Michelle a Obama camino del discurso para anunciar que sería candidato a la presidencia de los EEUU. Lo relata el periodista Peter Slevin, veterano periodista de The Washington Post en su libro, ‘Michelle Obama, a life’.

Criada en uno de los barrios más humildes de Chicago, el South Side, y a orillas de una universidad donde los afroamericanos de la ciudad ni siquiera soñaban con entrar, acabó estudiando en Princeton y Harvard. No solo eso, fue la jefe y luego la mujer, del primer negro en llegar a la Casa Blanca. Sin ella, «la mujer que sujeta el globo de Obama», nada habría sido posible. El presidente la llama ‘La Roca’. Es ella el bastión de la familia. La que manda. Y la jefa. Lo fue antes y siempre lo ha sido.



«Cuando la gente le pide a Michelle Obama que se describa a sí misma, ella contesta primero que nada que es la madre de Malia y Sasha», contestan lo que la conocen. ¿Se ve presidenta algún día». No, nunca, jamás, dice ella.

La relación entre Hillary y Michelle siempre fue tensa. Bill menospreció a Obama cuando era el rival de su mujer. Le veían como un advenedizo. «Está muy verde», se dice que dijo Bill. Hillary le trató en su día con condescendencia hasta que fue tarde. Perdió. Michelle no olvidó los desplantes.

“No quiero ser como Hillary Clinton. No puedo ser así”, llegó a decir Michelle a un asesor para demostrar que no quería meterse en los detalles de la política, según cuenta el libro The Obamas de Jodi Kantor. Prefería trabajar por la educación de las niñas y por comer sano. Por tener su propio espacio, sin interferir en el de su marido. No, no quería ser como ella. Y menos tras sufrir en sus carnes los ataques contra su marido.

“El rencor” entre Barack Obama y Bill Clinton “tardaría años en pasarse del todo”, confesaba cuenta David Axelrod, el estratega de Obama, en su autobiografía Believer. Axelrod también retrata las horas bajas de Michelle en aquella campaña, especialmente cuando dio algún discurso irritada por los ataques contra su marido. “Michelle es una persona cálida, inteligente y a menudo divertida, pero cuando está enfadada puede ser hiriente y parecer sarcástica», escribe Axelrod. Y Hillary y Bill centraban esos días sus iras.



“Hillary y Michelle no son amigas… Son personas muy diferentes. Tienen diferentes prioridades. Michelle está impaciente de irse de la Casa Blanca. Hillary está impaciente por entrar”, dicen sus amigos, que consideran que se lleva mucho mejor con Laura, la mujer de Bush. “Hay tres cosas seguras en la vida: la muerte, los impuestos y que Michelle no será candidata a presidenta”. Obama ahora dice que Hillary es su amiga, pero pocos le creen.

Ahora no parece todo tan claro. Lo primero, Michelle se ha puesto manos a la obra para ayudar a Hillary Clinton, que ha vuelto a demostrar en esta campaña su incapacidad para conectar con la gente, algo innato en Michelle. ¿Se imaginan a Hillary bailando, envuelta en su chándal con una zanahoria en la mano? Michelle ha logrado ser respetada por todos, tener mejor valoración con su marido del que ha heredado su facilidad para lograr impactar con sus discursos (Renzi le confesó que eran mejor, incluso, que sus tomates).

¿Por qué unen esfuerzos una pareja de la que se comenta en Washington que solo ha cenado una vez junta? Porque Hillary lo necesita más de lo que la gente cree (el efecto Trump no se desinfla y puede ganar) y porque el legado de Obama está en juego. Michelle no quiere que Trump destruya todo lo creado por su marido, quiere que sus ideas tengan continuidad, que el esfuerzo de vivir en la Casa Blanca (siempre le disgustó la idea), haya merecido la pena. Hillary lo sabe y por eso, en el último momento, ha usado su última bala: dejar caer que con ella Michelle tendrá un hueco en el Gobierno.

Obama también olvidó rencillas y colocó a Hillary como secretaria de Estado. Era la manera de unir al partido. Hillary dijo sí, pero ahora, como siempre en política, pide lo mismo, aunque esta vez para asegurar la victoria. Lo que es la vida: la todopoderosa ex primera dama quiere que el impulso de la primera dama actual la lleve a la Casa Blanca. Sabe que las personas de color la adoran, que los latinos la admiran. Y ambos son vitales para vencer. Mujer apoya a mujer.

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