Ningún concepto ha sido tan maltratado por los “próceres” de la actualidad mexicana como el de “estrategia”. Da hasta pena utilizarlo, porque independientemente de lo pesado de la palabra, hoy pulula hasta en los vocabularios más insípidos. O desconocen su significado, o ha caído en desuso. Creen que no hay norte, y no trajeron una brújula.
Surgido de las necesidades castrenses de la antigüedad clásica, el término proviene de las raíces griegas stratos, ejército, y agein, guía. Desde ése recóndito pasado, ha sido indispensable para cualquiera que se ufane de dirigir un operativo con objetivos y sistemas.
irán a la cárcel
La estrategia es un plan ideado para dirigir un asunto y designar el conjunto de reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento. A través de ella, se prevé alcanzar un cierto estado futuro, dicen los autores que se han atrevido a definirla.
Requiere que los usuarios analicen el problema que les atañe, lo diagnostiquen, establezcan sus objetivos, tracen los procedimientos a seguir, precisen los planes de seguimiento y la evaluación pertinente de esa ruta crítica, como lo establece cualquier programa. P’acabarla de complicar, requiere tácticas y logísticas.
Nunca presentaron siquiera un mínimo Plan de Gobierno
Sin embargo, cualquier grupo organizado, delincuencial o gubernamental –que ahora suman fuerzas–, empresa, corporación, abarrote o puesto de tianguis, requiere una mínima concepción y sentido del propósito, que se base en cierta visión estratégica, sin la cual tiene el fracaso asegurado.
Es, desgraciadamente para los improvisados en el gobierno, un juego o un arte, según quiera verse, donde se aplica la inteligencia con todos sus atributos lógicos, inductivos y prospectivos. Precisamente eso, lo que nunca tuvieron necesidad de conocer. Nunca han tenido un pensamiento estratégico, porque no saben ni con qué se come.
Llegaron a sentarse en un banquete servido. Se cenaron todo lo que había, vaciaron las despensas y bodegas del lugar, y después de una aciaga noche de copas pretenden irse sin pagar. Nunca supieron quién invitó, ni a cambio de qué, su vida ha sido regalada, y dirigir un país, no era la excepción, según ellos.
Nunca tuvieron un plan estratégico, porque nunca presentaron siquiera un plan mínimo de gobierno, una sencilla declaración de principios parecida al partido postulante, un discurso sensato sobre lo que venían a solucionar, alguna obra pública que fuera a ocupar su atención, nada. Ni un solo compromiso serio, comprobable y evaluable. Sólo marquesina y oropel.
La tolucopachucracia proviene de otro fraude electoral
Por ende, fueron electos por un puñado de mexicanos, equivalentes a menos de la mitad del padrón electoral. Junto con los demás candidatos que compitieron en el 2012, se disputaron entre todos, el sufragio del 60% del listado de electores, integrado por ochenta millones. Al PRI-Verde le tocó poquito más del 30% de esos 48 que votaron. Es decir, casi nada. Sólo el equivalente electoral a tres o cuatro entidades de regular tamaño.
Un triunfo pírrico, carente de sustento, vacío de toda legitimidad posible. Sobre todo, porque esa menguada cantidad de votos, fue conseguida con el apoyo de las trapacerías “legales” del PVEM y la complicidad de autoridades federales electorales que se hicieron de oídos sordos, ante las evidencias.
Fueron inexcusables e inauditas, las infracciones conjuntas de ambas franquicias, PRI y Verde, en violación de tiempos, presupuestos públicos y privados, cuyos orígenes jamás fueron explicados , excesos, derroches y complicidades de todo tipo en estímulos, sobornos, chantajes, promesas y la ayuda incondicional y sesgada del monopolio televisivo, como todo mundo supo.
El saqueo electoral llevado a cabo estuvo a cargo de otros, los empresarios y padrinos del Grupo Atracomulco, acostumbrados a robar urnas en despoblado, en territorio mexiquense, en su gran mayoría integrado por amplios ámbitos rurales, a través de históricos derroches, billetizas, pulque y barbacoa. Sus tíos y valedores nunca en su vida fueron sometidos al escrutinio de un público más ilustrado y exigente.
El Pacto por México fue un auténtico golpe de Estado
A falta de toda noción de Estado, el inexistente programa de gobierno de la tolucopachucracia fue sustituido de inmediato, a las pocas horas de asumir el sillón, por un bochornoso Pacto por México, repleto de “reformas estructurales” a la Constitución, humillantes para la soberanía nacional y afortunadamente, fallidas, como todo lo que tocan estos improvisados. Un auténtico golpe de Estado.
De allí vienen todas las desgracias. Pues a falta de compromiso político en todos los órdenes, ellos se dedicaron a abusar y desfondar los recursos. El peculado, el prevaricato y la rapiña generalizada se entronizaron, mientras esperan que las “reformas” recesivas sigan empobreciendo al país.
Estamos frente a la quiebra económica del país
La deuda pública apabullante, que hoy alcanza el 48% del PIB, unos diez billones de dólares, sigue en constante aumento, todos los financieros y prestamistas del mundo lo saben, aunque el Banco de México y la SHCP del felón Vi(rey)garay, ¡boletinen que es de 87 mil millones de dólares, es decir, el .08% de su monto real!
Los atracos, a la orden del día. Una total falta de escrúpulos que mantiene al alza constante todos los artículos de primera necesidad, y al salario en los menores niveles históricos. Todavía alcanzan a dar el más reciente sabadazo con un aumento esquizofrénico a las gasolinas y la luz. Falta absoluta de transparencia y rendición de cuentas. Mañas sin cuento para meter candados a modo en sus reformitas anticorrupción.
Caos y anarquía del gobiernito ponen a México de cabeza
El desconocimiento de la estrategia de gobierno hace mucho daño. El destino del país paga el precio de la ocurrencia mendaz y la improvisación rampante. Como no hay cabeza, ni dirección, ni idea de los rebotes, todo mundo hace lo que quiere. Se decide desde las cavernas, y confunden sus cuartos de guerra, con “suites de los ascensos” al servicio de las ambiciones de todo favorito e incondicional.
El país está de cabeza. Nadie conoce ni acepta la existencia de regla alguna, de procedimiento establecido, menos de algún contenido de análisis, diagnóstico, objetivo, seguimiento o evaluación de desempeños. El caos y la anarquía gubernamental son cada vez más evidentes y absolutamente peligrosos para la estabilidad nacional.
Nadie se sujeta a un mando, ni en lo político, ni en lo militar, ni en lo deportivo, ni en lo económico, ni en lo social, simplemente porque nadie responde a sus obligaciones elementales y nadie tiene idea del Estado, ni de lo que necesitan la población ni el país.
Su único objetivo es robar más, y cuanto antes, mejor
No es posible que es este escenario exista un mínimo o rupestre sistema de lealtades, porque no hay palabra que valga. El único objetivo sin estrategia, pues, es robar y cuanto antes y más, mejor. Cada quien, hasta dónde alcancen sus atribuciones y sus ambiciones. No hay fondo, ni límites, ni reglas, ni pudor alguno.
Las oficinas que antes eran públicas, hoy son centros resguardados por una feroz vigilancia, convertidos en tugurios de negocios, exclusivos para los socios acreditados y compinches de toda laya, de cualquier procedencia de baja estofa, de todas las infames raleas.
Un gobierno de maleantes, producto de un real golpe de Estado. ¡Que, aunque usted no lo crea, presume de estrategia y objetivos!
¿Sabrán lo que les espera? ¿Usted qué cree?
Índice Flamígero: Un muy interesante y muy recomendable artículo del historiador Rodolfo Villarreal Ríos, Las reformas y la política exterior no prometían el paraíso…en los 1920’s, concluye como “era por aquellos tiempos, nada de andar prometiendo paraísos derivados de las reformas. Simplemente, se instrumentaban, eran puestas en práctica y a buscar cómo podían dar los mejores resultados. En materia de relaciones externas, nada de engancharse en dimes y diretes. Con pocos recursos, pero imaginación sobrada, fue factible ganarse el respeto de otras naciones. En la relación con los EUA, se aceptaba en donde estábamos y bajo la premisa del nacionalismo pragmático buscaban como obtener los beneficios mayores que permitieran apuntalar la creación del estado mexicano moderno y vaya que tuvieron éxito, durante setenta años el país creció y se desarrolló, con todos los negativos y positivos que se le quieran colgar, hasta que el modelo ya no dio para más y se quedó atorado en la falta de reformas y cuando estas fueron llevadas al papel y aprobadas por el Congreso, fallaron los operadores. Hoy no tenemos ni resultados que se reflejen en el crecimiento económico y en materia de política exterior perdimos la brújula. Al parecer quienes estudiaron el periodo del presidente Álvaro Obregón Salido obviaron algunas cosas y no tuvieron a bien darle una revisada al del estadista Plutarco Elías Calles, de mucho provecho les hubiera sido. Aun cuando, suponemos, entonces, ni se imaginaban que pudieran acabar enganchados en un proceso reformista.” Narra también, don Rodolfo, la fallida campaña periodística de desprestigio contra México emprendida en todos los diarios de William Randolph Hearst: “Entre fines de noviembre y principios de diciembre de 1927, los diarios de Hearst publicaron documentos presuntamente en los cuales México estaba patrocinando una revuelta mundial en contra de lo EUA… Cuando el ataque arreciaba, el cónsul de México en New York, Arturo Elías, preguntó que cual debería de ser la respuesta, le contestaron que guardara silencio, todo habría de caer por su propio peso tal y como sucedió. Hearst acabó tragándose, por mentiroso, su orgullo enfrente de una comisión en el Senado estadounidense.”
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