WASHINGTON,- Deshojar la margarita: mantener la línea dura por fuera del sistema que lo llevó al triunfo o pactar con cuadros históricos del Partido Republicano. Donad Trump en sus primeros días como presidente electo de Estados Unidos, afronta el dilema sobre la formación de su futuro equipo de gobierno.
Cabe suponer que el Grand Old Party con su mayoría tanto en la Camara de Representantes como en el Senado, tiene las llaves para permitirle o no llevar adelante, con apoyo, la posible realización de muchas promesas electorales, pero la decisió es obligatoria para el triunfador magnate obligatorio.
Y también en manos del Parlamento podría estar, llegada la instancia, la eventual sustitución de Trump por su vicepresidente, Mike Pence, mucho más previsible, a través del recurso exclusivo del juicio político (impeachment).
Por el momento Trump va completando su equipo de transición con hijos, parientes y representantes de grupos de presión cercanos al campo republicano más conservador, pero los nombramientos para el gobierno marcarán una prueba de fuego.
Un primer indicio deberá llegar en breve con la elección del Jefe de Gabinete de la Casa Blanca, considerado muchas veces como el segundo cargo en el poder real en Washington.
Por este importante puesto se hallan en carrera dos hombres diametralmente opuestos.
Por un lado, Stephen Bannon, presidente de su campaña electoral, exmanager de Goldman Sachs, presidente del sitio conservador Breitbarb News, con vinculaciones con la «alt-right» o derecha alternativa y una figura antisistema. Bannon es un «enemigo» del presidente de la Cámara de los Representantes el republicano Paul Ryan y claramente opuesto al actual sistema de inmigración y a la globalización.
Por otra parte, en la pelea, se perfila Reince Priebus, actual titular del Partido Republicano, que intentó hacer de puente entre Trump y algunos dirigentes republicanos enfrentados como Ryan. Bannon sin dudas tendría que pelear por mantener buenas relaciones con el Congreso, en tanto que Priebus, todo lo contrario.
Otros casilleros clave para comprender la dirección en la que se mueve el presidente electo son, sin dudas, los de Secretario de Estado, Defensa y Tesoro. Y también importa bastante quién será el Consejero para la Seguridad Nacional, cargo disputado en apariencia entre Michael Flynn, un general de Inteligencia jubilado que fuera el más cercano consejero de política exterior de Trump, y el «intervencionista» Stephen Hadley, en el cargo durante la presidencia de George W. Bush, entre 2005 y 2009.
Distintas versiones indican que Hadley también estaría en carrera hacia el Pentágono.
En este momento la elección para todos los cargos alternan figuras muy cercanas a Trump provenientes del mundo privado de los negocios y políticos republicanos con cargos institucionales. Los especialistas individualizan intereses contrapuestos de al menos tres grupos poderosos en torno al flamante presidente electo el pasado 8 de noviembre.
El primero es el «clan familiar», en el que se destacan sus hijos Eric e Ivanka y el marido de ella, Jared Kushner. El segundo, los fieles de la primera hora, que esperan algún tipo de ajuste de cuentas con los que dentro del Partido Republicano no apoyaron al magnate. Y, el tercero, los popes republicanos, quienes cuentan con los servicios como mediadores de Pence y Priebus, entre otros.
Trump, que no posee ninguna experiencia de gobierno, deberá encontrar algo parecido a la cuadratura del círculo para poder contentar a todos y garantizarse el visto bueno del Parlamento, sin diluir sus agresivas promesas de campaña en el futuro próximo.
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