Los resultados de los procesos electorales en 12 estados de la República para renovar sus gubernaturas, el pasado 5 de junio, fueron cuando menos sorpresivos; aunque en política se diga que no hay sorpresas sino solo sorprendidos. Las inesperadas victorias del PAN en entidades que no habían conocido la alternancia dejaron desconcertados y casi incrédulos a los expertos y muy mal paradas a las empresas encuestadoras.
Para analizar lo ocurrido empezaron a correr ríos de tinta en los medios impresos y se destinaron miles de horas en comentarios en la televisión, la radio, las redes sociales y en los cafés y comederos políticos, en donde se dieron cientos de motivos y explicaciones en torno a esos resultados; que si las desnaturalizadas alianzas entre el PAN y el PRD si habían funcionado, que el humor social y el hartazgo al sistema habían sido las causas principales, que la corrupción de los gobiernos era la clave de los triunfos de la oposición, que si los candidatos triunfantes eran expriistas con más experiencia y no sé cuántas cosas más. Pero lo que verdaderamente puso los pelos de punta a los politólogos fue la declaración del candidato triunfador del PAN en el estado de Aguascalientes, Martin Orozco Sandoval, en el sentido de que la reforma presidencial para elevar a rango constitucional a los matrimonios entre personas del mismo sexo y el derecho a adoptar por ese mismo tipo de parejas, había sido la principal causa para obtener el triunfo en ese estado.
En efecto, Martín Orozco manifestó que la sociedad hidrocálida era muy conservadora y que la iniciativa del presidente Peña Nieto había resultado no solo impopular entre los aguascalentenses, sino que los había jalado hacia Acción Nacional que sostiene otra postura, sobre todo en torno a la adopción de menores por parejas del mismo sexo que también incluye la propuesta de Los Pinos. La jerarquía católica, a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), había manifestado su oposición a la iniciativa y su protesta “por no haber sido consultados”.
Como consecuencia tomaron la decisión de fijar su postura a través del propio CEM para hacerle llegar a los feligreses, vía los arzobispos y los obispos de sus diócesis, el posicionamiento de la Iglesia y se les planteó a los sacerdotes que realizaran la misma labor en sus parroquias para informar sobre la propuesta del Ejecutivo y “sus efectos negativos en la sociedad.” Hubo obispos que tomaron el asunto en forma directa y sin disimulo como el de Aguascalientes que en sermones y hojas pastorales se pronunció contra el matrimonio igualitario y la adopción por parejas gay.
En muy semejantes términos se pronunciaron los obispos de Culiacán, Chihuahua, Tlaxcala y Tulancingo. Estos dos últimos abiertamente pidieron el voto para el PAN y el de Culiacán se pasó de tueste faltándole al respeto al presidente Enrique Peña. Por todo el país y sin distingos de la importancia de los templos se dejó oír a los curas pidiéndole a los feligreses que razonaran su voto, que tomaran en cuenta lo negativo de las bodas gay , así como la posible adopción que podrían realizar ya que “los niños no son mascotas”. La arquidiócesis de México refrendo esta postura en su editorial de su órgano de difusión “Desde la Fe” el mismo domingo en que se realizaron las elecciones.
Pero no fue solo la Iglesia Católica la que puso el grito en el cielo, El Consejo Ecuménico de México que integran ocho iglesias distintas como la Iglesia Ortodoxa Griega, la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquia en México, el Sínodo Luterano de México, la Iglesia Metodista en México, entre otras, rechazaron en bloque la iniciativa presidencial y manifestaron que “la heterosexualidad es un elemento constitutivo esencial del propio concepto de matrimonio, el cual o es heterosexual o no lo es”.
También organizaciones laicas como Red Familia y Unión de Voluntades se sumaron a la protesta y llamaron a sus seguidores a través de redes sociales a evitar votar por el PRI y, por otro lado, han enviado cartas a los diputados locales de varias entidades para que envíen exhortos al Congreso de la Unión para rechazar la propuesta del presidente. Para no dejar ninguna duda sobre su posición, el domingo 12 de junio la Arquidiócesis de México en su semanario Desde la Fe manifestó que” la sociedad emitió un voto de castigo al presidente y al PRI por reformar la Constitución y reconocer matrimonios entre personas del mismo sexo”.
El tema no ha perdido interés y es materia de críticas y comentarios diarios en los medios. El presidente de la Cámara de Diputados pidió sanciones para los que apoyados en la religión fustigan los derechos de las personas de inclinaciones sexuales diferentes. La secretaria General del PRD pidió formalmente a la Secretaría de Gobernación que intervenga en los casos de proselitismo de los ministros de culto en contra de la iniciativa por haber incidido en un voto de castigo e incitar al odio homofóbico. El pastor Arturo Farela, presidente de la Confraternidad de Iglesias Cristianas Evangélicas advirtió que de no desecharse la iniciativa, el PRI perderá el voto en el 2018.El obispo auxiliar de la Diócesis metropolitana negó que la postura eclesiástica hubiera influido en las elecciones.
El cardenal Norberto Rivera se quejó de los “ataques injustificados” que ha recibido la Iglesia y llamo a su grey a permanecer unida en esta situación. Sin embargo, Hugo Valdemar, vocero de la Arquidiócesis Primada de México manifestó que “no hubo proselitismo explicito para ejercer un voto de castigo hacia el PRI”, sino solo una orientación de obispos y sacerdotes que advirtieron del “peligro” de la iniciativa. Durante la reunión plenaria de senadores del PRI previa al periodo extraordinario de sesiones, hubo voces que señalaban a la iniciativa como factor muy importante en las derrotas que sufrieron y dejaron la muy grande posibilidad de que no la apoyaran. Todavía, el virtual ganador de los comicios en Tlaxcala, el priista Marco Antonio Mena, admitió que en su estado hay un amplio segmento de la población que se opone a los matrimonios entre personas del mismo sexo.
La cosa se ha puesto peor todavía, pues circulan versiones que de que el activismo eclesiástico y las críticas abiertas a la iniciativa, al PRI y al presidente no se limitan al clero nacional, sino que tienen línea de hasta arriba, es decir, que vienen del Vaticano y, específicamente del papa Francisco. Se dice que el pontífice tomo a la iniciativa como “una ofensa a los católicos y una traición a su reciente visita” ya que él acepto ceder a las peticiones que le formulara el gobierno mexicano, durante su viaje al país como evitar la reunión con los padres de los estudiantes de Ayotzinapa, amén de no tocar otros puntos sobre la situación nacional. Que el presidente Peña haya impulsado una iniciativa que va en contra de un principio intocable de la Iglesia como es el matrimonio, se interpretó como traición. Lo peor es que aseguran que las críticas se extenderán, por parte de la jerarquía católica, a otros temas sensibles al gobierno.
El asunto es para preocupar al más tranquilo de los mexicanos. Yo me pregunto quien fue el sabio erudito que aconsejo al presidente de enviar esta iniciativa al Congreso, pero además anunciarlo en Los Pinos y enfrente de representantes de la comunidad lésbico-gay , lo convirtió en algo muy oficial que no tenía necesidad de darse. No veo la necesidad de elevarlo a nivel constitucional cuando ya son, los matrimonios gay, una realidad legal pues existe una jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación desde el 2010 que les concede la protección de la justicia y a través del recurso de amparo les permite casarse por la vía civil, es decir, el matrimonio igualitario está ya en la vida jurídica del país.
Imposible creer que la iniciativa se hizo para ganar votos, ya que cualquier persona con nivel de secundaria sabe que en México no hay mas partidarios de los matrimonios gay y las correspondientes adopciones que los que los reprueban. Somos aún una sociedad muy conservadora en donde la religión se impone a la modernidad y esto era fácilmente previsible para los que tuvieron la desafortunada ocurrencia. Aunque tampoco somos de la idea de que las derrotas priistas hayan sido principalmente por esta causa, es todo un coctel de motivos, pero sí perjudico al tricolor y hay que empezar a remediarlo, ojalá que la iniciativa duerma el sueño de los justos en el congreso, discutirla no traerá nada positivo al PRI y a otros partidos.
Tenemos que reconocer los derechos de los homosexuales y de las lesbianas, entre otros la indiscutible razón que tienen a casarse. Yo por mi parte no apruebo las adopciones de este tipo, pero ese es mi problema y será materia de una futura colaboración. No omito mencionar la difícil situación que se presenta con el activismo eclesiástico que se ha pasado de la raya, como el caso del obispo de Culiacán, y que se han envalentonado. ¿Qué sigue? Sería prudente que las autoridades les recordaran y les aplicaran el artículo 130 constitucional que en su inciso E establece que “Los ministros (eclesiásticos) no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna”.
Nada más nos falta que volviéramos al siglo XIX y lo permitiéramos. La posición de la Iglesia, en cuanto a su activismo político, es ilegal y puede traer gravísimas consecuencias. Somos un estado laico con leyes muy claras y ninguna iglesia puede erigirse en vocera de la sociedad ni involucrarse en política.
jcrh