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Política a la Mexicana: Peña Nieto, cautela diplomática

Política a la Mexicana: Peña Nieto, cautela diplomática

La política exterior no ha sido “el fuerte” de los presidentes mexicanos a lo largo de nuestra historia como país independiente. Salvo muy raras excepciones nuestros mandatarios se han puesto en manos de sus cancilleres para realizar esta importante labor que constitucionalmente les corresponde. Fue apenas Miguel Alemán el primer presidente que realizó una visita de Estado a Washington y a Nueva York. Don Adolfo Ruiz Cortines viajó en su sexenio solo en tres ocasiones fuera del país y en una de ellas solo se internó unos metros en territorio americano. Adolfo López Mateos inauguró la moda presidencial de viajar al extranjero y eso le valió el que le llamaran “López Paseos”. Gustavo Díaz Ordaz no fue tampoco muy afecto al viaje y apenas visitó Washington  y los países centroamericanos. Luis Echeverría no se cansó de viajar por el Tercer Mundo y también por el primero, pero de ahí en adelante nuestros presidentes no han despreciado los viajes internacionales con cualquier motivo, a veces muy necesarios y justificados.

Por lo que desde  Guadalupe Victoria, pasando por Benito Juárez, Porfirio Díaz y Lázaro Cárdenas, hasta Enrique Peña, el Estado Mexicano le ha concedido una primordial relevancia a la relación con los Estados Unidos. En este contexto, a fines del mes de junio pasado, el presidente mexicano acudió a Ottawa para participar en la VIII Cumbre de Líderes de Norte América en la cual, además del presidente Obama, participó el primer ministro del Canadá Justin Trudeau. La agenda de la reunión era intensa y muy importante para los tres países y, además, contemplaba una entrevista privada entre el mandatario mexicano y el de los Estados Unidos  de 30 minutos.

La conversación entre ambos presidentes se llevó a cabo  con cordialidad y con buenos resultados, aunque tuvieron una pequeña discrepancia durante la posterior conferencia de prensa por el uso de la palabra populismo que Peña utilizó para definir veladamente a las actitudes del candidato Donald Trump. Obama las interpretó erróneamente y, en su turno, dijo que él si era un populista, en la definición anglosajona del término, y que Trump nunca había respetado a los trabajadores y era solo un xenófobo y cínico, cuando que él si tenía un concepto de la justicia social. La pequeña diferencia de opiniones fue tomada por la prensa y, sobre todo, por las redes  sociales como un desaguisado sin que remotamente lo fuera. Pero todavía se descompusieron un poco más las cosas, pues a la hora de bajar del templete en donde se tomaron la foto oficial de la Cumbre los tres líderes, Obama le preguntó algo a Trudeau y dejaron solo al mexicano por unos segundos. Esto fue aprovechado por las crueles redes sociales para urdir que Peña Nieto fue marginado de la conversación y hecho de menos.



Como quiera que haya sido, el viaje a Canadá no dejó un muy buen sabor de boca que digamos gracias al impacto mayor que tienen los cibernautas sobre los medios de comunicación tradicionales. Pasaron los días en los que se hablaba principalmente de los cambios en el PRI, los vandalismos de los maistros de la CNTE y de los sistemas para el combate a la corrupción, cuando llegó el momento de prepararse para la Convención Republicana que oficializaría la candidatura de Trump y esperar sus locuaces pronunciamientos. En eso estábamos cuando en pleno carnaval de la convención, el gobierno mexicano anunció un viaje oficial a Washington del presidente de la República que no había sido dado a conocer con la antelación acostumbrada o al menos eran muy pocos los que lo sabían. Lo que hizo más llamativo el anuncio es que la visita presidencial se daría al día siguiente de la aceptación de la candidatura presidencial republicana del tenebroso empresario, lo que provocó enormes especulaciones.

La información oficial que se proporcionó solo dijo que Peña Nieto se reuniría con el presidente Obama para “refrendar el carácter estratégico de la relación bilateral” lo que lo hizo aún más confuso. No había pasado un mes del encuentro en Ottawa y todavía quedaba el eco de la exagerada discrepancia que habían imaginado las redes. Pero que esto ocurriera prácticamente al mismo tiempo que lo de Cleveland anunciaba más que un simple refrendo de la relación bilateral. El discurso de Trump pronunciado el día anterior en la convención, como era de esperar, arremetió contra el TLC y ofreció restaurar la seguridad de su país y construir un muro en la frontera, aunque no mencionó en ningún momento a México o a los mexicanos. Tampoco dijo que lo tendríamos que pagar e insistió en  que ”americanismo, no globalismo, ese será nuestro credo”. Pero aunque no agregó nuevas barbaridades, si logro volver a inquietar al mundo con sus palabras.

Las condiciones estaban dadas para que desde Washington el presidente diera alguna respuesta a las sandeces del candidato, pero afortunadamente no cayó en la provocación del republicano y respondió como un jefe de Estado debe hacerlo en tales circunstancias. No la tuvo fácil Peña Nieto ya que una reportera le preguntó cómo iba a trabajar con Trump al que había comparado con Mussolini, lo que fue negado por el mandatario ya que “nunca he hecho señalamiento ni calificación de ninguno de los candidatos. Cualquier afirmación que haya hecho ha sido descontextualizada” y agregó que su gobierno trabajará de manera coordinada con quien se convierta en el  próximo presidente o presidenta de los Estados Unidos. “A la señora Hillary Clinton y al señor Donald Trump quiero expresarles mi mayor respeto”. Por su parte el presidente Obama en tono irónico  y bromista, como es usual en los políticos americanos, dijo que sus ocupaciones no le permitieron ver la convención republicana y que era absurdo que Estados Unidos esté al borde del abismo y consideró que México ha sido un socio importante para la economía, la seguridad y el desarrollo de la región y que valora “enormemente” la alianza con México.

El presidente Peña fue muy cuidadoso política y diplomáticamente, pero sobre todo hizo lo correcto, ya que era tentador estando al lado de Obama el lanzar un petardo verbal al hombre del peluquín, lo que hubiera complacido de sobremanera al mandatario americano y a su causa demócrata. Probablemente, después de tanto elogio al presidente mexicano, Obama esperaba un comentario al menos picoso contra Trump, pero don Enrique no cayó en la tentación de entorpecer el camino de Trump, aunque fuera con un pequeño comentario. El teñido candidato es un peligro real para nuestro país y viene con la espada desenvainada, si ganara dicen que podría castigar severamente  el comercio con México y hasta modificar el TLC. Pero aunque si ganara es probable que moderara su actitud, la relación tan profunda que tenemos con esa nación no debe ponerse en riesgo con acciones poco meditadas del gobierno.



Hay quienes critican la tardanza de la Cancillería mexicana ante Trump lo que posicionó el  discurso antimexicano en el vecino país, otros censuran a Peña por no haber aprovechado la ocasión en Washington para golpear a Trump. El gobierno mexicano está haciendo lo ortodoxo en esta situación, la secretaria Ruiz Massieu realiza varios viajes al mes a territorio americano para estar en contacto con nuestras comunidades y asesorarlas en cuanto a lo que podría ocurrir. Trump dejo de ser broma y es hoy una terrible realidad que obliga a preparar distintos escenarios. Ojalá que la actual administración esté lista para esta nueva amenaza que nos puede salir muy cara.

jcrh