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Tratados de libre comercio: buena voluntad, pero nada más

Tratados de libre comercio: buena voluntad, pero nada más

La política y sociedad, no parecen congruentes y mucho menos cuando de tratados de libre comercio se trata, porque son muchas las falsas esperanzas y con la actitud que han ofrecido Donald Trump y Francois Hollande cuando de un tratado trasatlántico se trata.

Y es que los tratados se han convertido en buenos deseos, un apretón de manos, buenos negocios para empresas e inversiones pero poco espacio a los trabajadores. Tal sentencia Jared Bernstein ex consejero económico del vicepresidente estadounidense Jo Biden. De lo impopular que resultan, la movilización en Europa contra el proyecto comercial de Estados Unidos, llamado el TTIP o Tafta, este acuerdo en EEUU tampoco levanta entusiasmo.

«Ocho años después de la crisis de 2008 y después de 40 años de estancamiento de los ingresos medios de los hogares estadounidenses, la gente se despierta y está encolerizada», explica a la AFP el analista Nicholas Dungan, investigador del Atlantic Council en Estados Unidos.



Los dirigentes políticos no dudan en aprovechar esta desconfianza para hacer campaña. El magnate Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, ha hecho de la lucha contra el comercio internacional uno de sus caballos de batalla, y no deja de arremeter contra el NAFTA, el TLC firmado en 1994 con Canadá y México.

«No podemos seguir permitiendo que China viole nuestro país», dijo recientemente en uno de sus discursos. Hillary Clinton, favorita para obtener la candidatura del Partido Demócrata, también ha denunciado estos tratados que «sobre el papel parecen a menudo fabulosos» pero luego no están «a la altura».

En Europa, el presidente francés François Hollande dijo por su lado no al TTIP «en este estadio» de las negociaciones.

De las antiguas rutas de la seda a los tratados de libre comercio posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el comercio internacional se ha visto a menudo como un vector de paz, intercambio y progreso. «El efecto natural del comercio es conducir a la paz», escribía el filósofo francés Montesquieu en el siglo XVIII, fiel al espíritu de la Ilustración.



«Hemos entrado en un período en el que los acuerdos comerciales son cada vez más controvertidos, pero es demasiado temprano para decir si hemos llegado al fin del libre comercio, porque todavía se están negociando tratados importantes», afirmó a la AFP David Torn, profesor en la Universidad de Zúrich y coautor de un estudio titulado «El síndrome chino».

El documento achaca a las exportaciones chinas un cuarto del retroceso del empleo manufacturero en Estados Unidos de 1997 a 2007. «Esto por supuesto crea el miedo de que una mayor integración comercial podría conducir a la pérdida de más puestos de trabajo», explica.

«Hemos llegado a un estadio en el que se pone en cuestión el libre comercio sin trabas, que no toma en cuenta el medio ambiente», indica a la AFP Henri Landes, profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París.

Según él, dichos acuerdos están superados y deberían reducirse a «reliquias» para dejar lugar a tratados que favorezcan más «la economía circular y de proximidad», pues de lo contrario «estaremos obligados en un momento dado a volver al proteccionismo».

La desconfianza hacia estas superestructuras comerciales no es exclusiva de las masas populares, y también es evidente en gobiernos e instituciones.

La Organización Mundial de Comercio (OMC), que debía concluir la Ronda de Doha para liberalizar el comercio en todo el planeta, no logra su objetivo y su influencia se está viendo cada vez más minada por la proliferación de acuerdos bilaterales o regionales.

Para Dungan, el TTIP o el tratado transpacífico de libre comercio (TPP) son «sustituciones de grandes acuerdos mundiales que ya no existen».