CIUDAD DE MÉXICO,- El signo de pobreza, no se refleja necesariamente en aquellas personas que sobreviven en zonas marginadas. Y aunque debemos entender es el estado del que carece de lo necesario para vivir también en la Megalópolis se vive a diario el problema pues el costo de la canasta alimentaria básica asciende a 89.30 pesos, en tanto el salario mínimo apenas rasguña los 73.04 pesos.
Pretender sobrevivir con dicho ingreso implica el riesgo de recurrir al endeudamiento -amigos o parientes- y en caso de una enfermedad o continuar estudiando, se cae en la inercia de vivir de lo prestado. El porcentaje de los connacionales que han recurrido a un préstamo en el último año asciende al 51 por ciento, pero aún resta el otro segmento, las personas que cuentan con una tarjeta de crédito y han recurrido a créditos hipotecarios o automotrices y apenas el 10 por ciento de la población ha tenido la suerte de obtener un préstamo a través de una institución financiera.
Uno de los factores que incide en este punto, es afrontar los gastos médicos -27 por ciento-m gastos educativos -19 por ciento- y un 7% para expandir u operar un negocio.
Pero la pobreza radica en aquellas familias cuyos ingresos los dedican básicamente a la alimentación, porque el dinero no alcanza para cubrir lo inherente a educación, salud si tomamos en cuenta que un buen porcentaje de trabajadores -57.4 por ciento- corresponden al sector informal hecho que lo priva de accesar a la seguridad social.
Los recursos para atender a la población sin seguridad social pasaron de 108 mil 424 millones de pesos en 2004 a 236 mil millones de pesos en 2015, de acuerdo con el “Primer Reporte Ciudadano sobre Calidad y Acceso Efectivo a la Salud” de la Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.
Sin embargo, el incremento no se refleja en mejores servicios médicos: “no se surten completas las recetas de medicamentos, se generan largas esperas para consultas especializadas, estudios y cirugías, y en ocasiones se niegan los tratamientos”, enlista el estudio.
El 63.4 por ciento de las unidades de primer nivel urbano y el 59.5 por ciento de las del área rural tienen fallas en el surtimiento completo de medicamentos; una tercera parte de los pacientes no recibe los medicamentos que se le recetan y 3.9 millones de personas tuvieron que pagar por consultas, medicamentos o estudios de laboratorio.
En cuanto a la necesidad de endeudarse para poder seguir estudiando, revelan datos del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve), en México 31 millones de personas mayores de 15 años de edad tienen rezago educativo: cinco millones no saben leer ni escribir, diez millones no han terminado la primaria y 16 millones no han concluido la secundaria.
Asimismo, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el nivel superior se educa sólo al 30.1 por ciento de la población de entre 18 y 22 años de edad.
Respecto al uso de los ahorros y los préstamos para hacer frente a una urgencia económica, expuso el Global Findex 2014, el 48 por ciento de la población adulta en México estimó probable pagar una urgencia económica equivalente a 6 mil 400 pesos en caso de una emergencia.
Después de analizar estas cifras ¿verdad que somos pobres? y ello no implica que se vista con andrajos pero los salarios -mínimos- no alcanzan a cubrir el mínimo de necesidades de una familia y aún cuando el gobierno festina que el empleo se incrementa, devengar este salario, difícilmente permitirá que los mexicanos puedan superar su entorno y aspirar a una mejor preparación intelectual para hacer del país digno de figurar con los mejores del orbe.