BERLÍN,- Matthías Müeller al tomar el mando de Volkswagen prometió sacar la mayor empresa automotriz del mundo de la peor crisis de su historia, sanear su cultura corporativa y llevar a su marca principal hacia la senda de la recuperación.
Un año después, el presidente ejecutivo del gigante alemán puede apuntarse algunos logros en la reunión de la junta de supervisión prevista para este viernes para aprobar el plan de inversión quinquenal. No obstante, su meta de transformar Volkswagen y propulsar sus ganancias sigue siendo esquiva.
Müller ha tenido que afrontar el escándalo de la manipulación de las emisiones contaminantes, cuya cuenta asciende a US$20.000 millones y puede seguir subiendo, lo que redujo su margen de maniobra. La automotriz alemana prevé eliminar hasta un máximo de 25.000 puestos de una fuerza laboral global de 624.000 personas en los próximos años, aunque el ejecutivo ha descartado despidos forzados.
El equipo de gestión de la marca Volkswagen y el sindicato también han estado en conversaciones, llamadas “PactoFuturo”, durante ocho meses con el fin de alcanzar un consenso sobre reducciones de costos para financiar grandes inversiones en vehículos eléctricos y de conducción autónoma, nuevas tecnologías que amenazan muchos empleos tradicionales del sector.
Se espera que Müller presente este viernes detalles de la reestructuración de la marca Volkswagen, previo a la reunión de la junta de supervisión, informó la empresa. Müller se ha abocado además a reducir costos en otras áreas. “Estamos operando en tiempos volátiles e inciertos”, dijo hace un año. “Cualquier cosa que no sea absolutamente necesaria será cancelada o postergada”.
Desde entonces, vendió el avión Airbus de la empresa, discontinuó el sedán de lujo Phaeton y moderó las espléndidas presentaciones de la empresa en los salones del automóvil. Realizó, además, cambios en la cultura autocrática de Volkswagen. La oficina del presidente ejecutivo se mantiene abierta como parte de un esfuerzo para promover el diálogo e hizo quitar el botón del ascensor en la sede central de la empresa que lo llevaba a su suite de forma directa.
Durante su gestión, las marcas de Volkswagen y sus operaciones regionales han obtenido una mayor autonomía y se ha dejado de lado el modelo vertical que a menudo demoraba la toma de decisiones en Wolfsburgo. Müller incorporó una serie de ejecutivos externos que llegaron con la misión de incentivar el cambio.
Volkswagen tiene que reestructurar la fabricación de su marca homónima para que se mantenga competitiva en una industria donde sus mayores rivales incluyen startups de Silicon Valley además de los fabricantes tradicionales, como Toyota Motor Corp. y General Motors Co.
Con menos recursos a su disposición, Müller está destinando más inversión hacia nuevas tecnologías para no perderles pisada a sus competidores.
Como se trata de un cambio que atraviesa todo el sector, automotrices como Volkswagen necesitarán menos empleados y con destrezas diferentes para gestionar negocios digitales y fabricar vehículos eléctricos. El sindicato amenazó con bloquear decisiones de inversión que se tomen en la reunión del viernes a menos que la empresa garantice los trabajos de sus 282.100 trabajadores en Alemania, casi la mitad de su fuerza laboral global.
Algunas de las recientes sugerencias de la gerencia han enardecido al sindicato. Alrededor de 20.000 operarios abuchearon y le gritaron a Herbert Diess, el jefe de la división de autos de Volkswagen, cuando les dijo que miles de empleos serían eliminados y que los empleados en Alemania tendrían que volver a trabajar semanas de 40 horas, frente a una semana de 35 horas en la actualidad.
Durante años, los altos costos y las escasas ganancias de las plantas de la marca Volkswagen habían sido ocultadas por las grandes ganancias de la filial de autos de lujo Audi y las de su fabricante de autos deportivos Porsche. Ahora, sin embargo, las utilidades de Audi están cayendo tras el escándalo de las emisiones de vehículos con motor diésel, lo que pone de relieve la debilidad de la marca Volkswagen.
Müller necesita el visto bueno del sindicato. Cualquiera sea el plan que apruebe la junta, no será el cambio radical que exigen muchos inversionistas, pero reflejará un equilibrio entre las exigencias de protección laboral del sindicato y la ambición de la gerencia de mejorar la competitividad y rentabilidad. Los grupos sindicales controlan la mitad de los asientos en la junta mientras que el estado de Baja Sajonia, un importante accionista, tiende a aliarse con ellos, especialmente en temas laborales en un estado donde la empresa es el principal empleador privado.
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