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Aida Cuevas, una vida dedicada a la música

Aida Cuevas, una vida dedicada a la música

CIUDAD DE MÉXICO.- Un colorido homenaje a una carrera de 40 años de cantar al mundo la música vernácula mexicana.

Todo estaba perfecto para engalanar el festejo, nada impedía que la música vernácula retumbara a todo lo que da para acompañar nuevamente como en los pasados 40 años a una gran voz, la voz de una mujer que se ganó a pulso el reinado que ahora ocupa.

Ella no tuvo que desbancar a nadie, no peleó física ni mentalmente con nadie, ella trabajó, cantó, cantó y cantó, siempre al frente de un mariachi, bendecida por una familia y un público y su Dios que no la ha dejado a la deriva nunca.



Aida Cuevas no sólo es mujer bravía en la música, también en la vida y eso se siente cuando se le ve, se le escucha. Y los asistentes al Teatro Metropólitan debían reconocerlo esa tarde-noche del sábado 19 de febrero, cuando en el escenario esperaban 11 mariachis formados por 6 violines, 2 guitarras, 1 guitarrón, 2 trompetas, y adicionalmente, 1 acordeón, 1 piano/teclado y 1 requinto, guitarra eléctrica o acústica según la canción y una bendita 1 percusión.

Con eso fue suficiente para que La Reina, Aida Cuevas nos llevará durante cerca de tres horas del mariachi al bolero, del bolero al tango, del tango al trío, del trío al norteño y del norteño al mariachi, siendo siempre ese el eje principal, el mariachi, ese con el que le canta al pastor, al amor traicionado o al jardín de rosas.

Para tan especial noche los invitados de honor estaban sentados en las butacas, sí, el público, pero había quienes desearon no perderse tan merecido festejo, entre ellos sus hijos, ellos no podían faltar, triunfadores talentos, Rodrigo y Diego que la emoción no contuvieron al cantar con su progenitora.

Después llegó Pablo Montero que con su especial galanura del conquistador charro mexicano coqueteó con el respetable, le guiñó el ojo y con la voz acarició a la festejada. Para cerrar la fase de convidados, llegó una princesa que pudiera ser reina, Lila Downs, quien después de recordar cantando que el cielo se pone rojo por el amor desconocido, unió su voz a la de la Reina, luego entonces, los aplausos de pie no dejaban de sonar.



La recta final no estaba lejos, el recuerdo a su compadre lo había entregado haciendo un dúo tecnológico que provocó el sentimiento arriba, abajo, a los lados, en medio y afuera, justo donde escuchaban quienes no pudieron entrar y se perdieron en directo, no solo el tributo al Divo de Juárez, también el dedicado al Charro de Huentitán, a la Grandota de Camargo y al México que por momentos se nos va…

Homenajear en vida es algo que siempre se debería reconocer, y eso para la Reina Aida Cuevas, deberá esperar porque este desde mi punto de vista fue un festejo, un reconocimiento, que abre el espacio para una fecha más y para seguir luchando por el homenaje que se merece ella y la música mexicana en el máximo recinto, El Palacio de Bellas Artes.

Pero la Reina como tal sabe esperar, ella seguramente conoce perfecto que los triunfos que requieren mucho esfuerzo, al final se disfrutan más. Todo llega a su tiempo, a su tiempo llegó cada uno de sus 37 discos, a su tiempo le llegó el amor, a su tiempo le llegaron sus hijos, su nieto y a su tiempo le llegó el nombramiento de Reina, el trono y la corona los tiene ganados.

Quienes presenciaron cómo público esa gran noche, y el que viene en la segunda fecha del próximo sábado 30 de septiembre lo saben y lo sienten, Dios Salve a la Reina de la Música Mexicana, el pueblo la reconozca y que su canto nunca nos deje de emocionar. ¡Viva la música mexicana! ¡Viva la música ranchera! ¡Viva México! ¡Viva La Reina! ¡Sí señor!



Internacional papa francisco Papa León XIV vaticano

Robert Francis Prevost, un moderado estadounidense con fuertes lazos con Perú

AFP

Por: AFP

hace 2 meses

Robert Francis Prevost, un moderado estadounidense con fuertes lazos con Perú

Robert Francis Prevost llegó a Perú por primera vez como joven misionero agustino y años después partió desde el país andino como obispo rumbo al Vaticano, donde este jueves se convirtió en el primer papa estadounidense, con el nombre de León XIV.

Prevost, de 69 años y que también tiene nacionalidad peruana, llega al trono de San Pedro con una reputación de moderado, crucial en un momento en que la Iglesia aparece muy dividida.

Desde el balcón de la basílica de San Pedro del Vaticano, el nuevo papa instó a «construir puentes» a través del «diálogo», avanzando «sin miedo, unidos, dando la mano a Dios y dándonosla entre nosotros».

«Dios nos ama, Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá», afirmó en su primer discurso, en el que trató de unir y tranquilizar ante un mundo asolado por las guerras.

«Mucho por hacer»

Prevost ha pasado un tercio de su vida en Estados Unidos. El resto entre Europa y América Latina, una de las periferias del mundo de donde también era el argentino Jorge Mario Bergoglio.

El diario italiano La Repubblica lo llamó «el menos estadounidense de los estadounidenses» por la moderación de sus palabras.

La idea de un papa norteamericano estuvo por siglos descartada en Roma, ya fuera por la distancia –estaban tan lejos que normalmente llegaban tarde a los cónclaves– o por decisiones geopolíticas.

Según el sitio especializado Crux, tener un pontífice de la primera potencia mundial hacía temer además que la CIA pudiera meter sus manos en la Iglesia.

Arzobispo emérito de Chiclayo, a unos 750 km al norte de Lima, Prevost obtuvo la nacionalidad peruana en 2015.

Dejó Perú para sumarse al gobierno vaticano, donde dirigió el importante dicasterio para los Obispos, que tiene la destacada función de aconsejar al papa sobre los nombramientos de los jerarcas de la Iglesia.

Tras la muerte de Francisco, Prevost dijo que aún quedaba «mucho por hacer» en la transformación de la Iglesia.

«No podemos parar, no podemos retroceder. Tenemos que ver cómo el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sea hoy y mañana, porque el mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es el mismo que el mundo de hace 10 o 20 años», dijo el mes pasado a Vatican News.

«El mensaje siempre es el mismo: proclamar a Jesucristo, proclamar el Evangelio, pero la manera de llegar a las personas de hoy, los jóvenes, los pobres, los políticos, es diferente», añadió.

Misionero en Perú

Fue uno de los cardenales más cercanos a Francisco, cuyo pontificado generó resistencias dentro de los sectores más conservadores.

Pero al mismo tiempo, su sólida formación en Derecho Canónico tranquiliza en estos círculos que buscan un enfoque más centrado en la Teología.

Prevost nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago y asistió a un seminario menor de la Orden de San Agustín en San Luis como novicio antes de graduarse en Matemáticas en Filadelfia.

Políglota, estudió Derecho Canónico en Roma, donde también obtuvo un doctorado.

Se unió a los agustinos en Perú en 1985 para la primera de sus misiones en el país andino.

Al regresar a Chicago en 1999, fue nombrado prior provincial de los agustinos en esa región estadounidense y posteriormente prior general de la orden en todo el mundo.

Regresó a Perú en 2014 cuando Francisco lo designó administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo.

Casi una década después, entró en la curia en sustitución del cardenal canadiense Marc Ouellet, que fue acusado de agredir sexualmente a una mujer y renunció por motivos de edad. Entonces, el difunto pontífice lo nombró también presidente de la comisión pontificia para América Latina.

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