Carlos Salinas de Gortari, la mano que mece la cuna : Digitall Post
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La mano que mece la cuna

La mano que mece la cuna
Por: Sergio Villaseñor

Fiel a su costumbre de aparecer repentinamente en la escena pública nacional, el expresidente Carlos Salinas de Gortari publicó un texto en el que plantea a los candidatos presidenciales varios cuestionamientos: desde el papel geopolítico de México y su relación con Estados Unidos, hasta el «falso dilema» entre neoliberalismo y populismo.

A través de un texto publicado en El País, el polémico exmandatario se declaró incompetente para dar consejos a quien será el próximo presidente de México, pero dijo haber encontrado en el debate público «una serie de preguntas de lo que podría ser parte de la agenda de los electores mexicanos».

La presencia de Salinas en este momento del proceso electoral atiende a los grupos de poder que representa. Para nadie es un secreto la relación permanente que ha mantenido con gobernadores, diputados y empresarios que naturalmente fueron muy beneficiados durante su administración. En primera instancia cuestiona cómo enfrentar en el ámbito diplomático los cambios que se gestan en Estados Unidos, apuntalando la respuesta hacia el abanderado tricolor, quien según Salinas, podría tener más claro cómo enfrentar la amenaza Trump, mas no así el candidato de izquierda, a quien durante un tiempo se consideró como “un peligro para México” y al que nos han querido vender como el Nicolás Maduro de Tabasco.

Salinas de Gortari asegura que ya no puede continuar el dilema neoliberalismo versus populismo. Plantea cómo proteger a México de la caída de un sistema económico decadente, diciendo que es necesario volver a considerar enfocarnos en el mercado interno y botar toda la idiosincrasia neoliberal que él promovió. Es decir, cómo salir de la bronca en la que él nos metió.



El que Carlos Salinas cuestione el modelo neoliberal es tan contradictorio como si Roberto Gómez Bolaños dijera que la comicidad que ofrecía el humor absurdo de El Chavo del ocho contribuía a la estupidez del televidente.

El modelo salinista nos hizo creer que el libre comercio, la apertura, la globalización y la reducción del Estado eran la solución para devolver al mercado nacional su vitalidad, su capacidad de distribuir los recursos de acuerdo con la productividad de los diferentes actores económicos. Salinas le abrió las puertas a la empresa privada, nos hizo creer que los sindicatos sólo estorbaban; desdeñó organismos que más allá de la corrupción se hicieron para proteger al trabajador, quien ahora se encuentra “a la buena de dios” con leyes cada vez más restrictivas gracias a este modelo de apertura. Prometió modernizar a México y con ello estaba implícito la venta no sólo de las empresas del Estado, también se llevó entre las patas a las paraestatales, como Telmex, que hizo de Carlos Slim el nuevo John Rockefeller (aunque por su puesto, la riqueza que acumuló Rockefeller no le llega ni a los talones a la de Slim Helú).

Lo anterior conllevó a la destrucción de la industria nacional de las acereras y del campo; prácticamente destruyendo la industria mexicana. Actualmente todo pertenece a manos extranjeras porque los nacionales no pudieron competir. Durante el salinismo el crecimiento fue bastante desigual y en conjunto pobre. Su herencia nefasta fue el producto interno bruto (PIB), que casi no creció en 1993 (0.4%), y que a pesar de haber crecido 3.5% durante el año electoral de 1994, en 1995 cayó de forma brutal. Un fenómeno no experimentado desde los peores días de la revolución mexicana.

Con una inteligencia que nadie puede desdeñar y con una retórica dirigida a las élites políticas y empresariales, el expresidente sale a escena obedeciendo a la urgencia de sacudir y reencausar conciencias priistas y no priistas en los momentos en que la lealtad partidista es en extremo volátil.



Con altibajos, Salinas ha logrado sortear los momentos de confrontación política y salir airoso, tanto como para que a 30 años de distancia de su destape, pueda seguir incidiendo en la vida política y económica del país en inimaginables rincones, de los que sólo en algunos casos logramos ver atisbos de su dimensión.