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EPN, el Presidente con peor reputación

EPN, el Presidente con peor reputación

Los mexicanos, sencillamente, no creen ni en el actual Presidente ni en su administración. Jamás en la historia moderna se había visto un derrumbe tan brutal, tanto en la credibilidad como en la imagen de cualquier mandatario, inclusive a nivel mundial. Vamos, ni Nicolás Maduro es tan rechazado en Venezuela, tanto como Peña Nieto en México. (Con Maduro el rechazo es del 73 por ciento). De ese tamaño es el desprestigio del mexiquense.

Dos encuestas internacionales, reconocidas y confiables por los años que tienen trabajando y por la seriedad de sus estudios, ya ubican a Peña Nieto como el peor Presidente de los últimos cuatro sexenios. Sin decirlo textual, así lo confirman las cifras de Latinobarómetro y de Pew Research Center.

La encuesta de Latinobarómetro, la cual realiza estudios en América Latina desde 1995, divulgada el lunes pasado, revela que nueve de cada diez mexicanos consideran que el gobierno peñista no trabaja para el bien ciudadano, sino solo para beneficio de algunos grupos poderosos.



Únicamente el 18 por ciento de los mexicanos cree en la democracia. México encabeza la lista de los países donde el apoyo a la democracia ha caído con mayor prontitud desde 2013, por encima de naciones como Perú, Honduras, República Dominicana o Bolivia. Eso nos da una idea clara del retroceso político-democrático que representó el regreso del PRI al poder presidencial y, particularmente, del priismo más corrupto, antidemocrático y opaco: el mexiquense.

¿Y qué nos dice Pew Research Center, un influyente think tank con sede en Washington? Da una cifra que retrata a la perfección el estado de ánimo político en nuestro país:

El 93 por ciento de los mexicanos señala no confiar en el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Latinobarómetro y PRC no dependen ni financiera ni políticamente, por supuesto, del gobierno peñista, o del PRI o de Gobernación. De ser así, ya hubieran corrido a sus cabezas. Son organismos serios y ajenos a cualquier interés político.



Bajo esos parámetros, en cualquier democracia normal, el partido en el gobierno no tendría ninguna posibilidad de ganar a sólo siete meses de la elección presidencial. Suena imposible, pero no en México, donde ya sabemos a qué le apuesta el gobierno para 2018: al aniquilamiento de opositores, a la compra de votos y a la ceguera de los árbitros electorales.

Bajo esas tres cartas se pretende llevar a Meade a la presidencia, y evitar que otro Presidente investigue el mar de corrupción que hoy ahoga a México.Sin embargo, las cifras allí están, contundentes.

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