- Israel aspira a convertir sus vastas extensiones despobladas en una atracción turística
- Para enlazar esta zona con el resto del mundo, se construye un aeropuerto internacional a 18 kilómetros de la ciudad de Eilat, a orillas del mar Rojo, y del puerto jordano de Aqaba
El desierto del Néguev, que limita al oeste con el Sinaí egipcio, al este con Jordania y al sur con el mar Rojo, ocupa más de la mitad de la superficie del país y ofrece amplios espacios sin apenas población. Unas características que el Estado ha decidido aprovechar proponiendo a los turistas campamentos de lujo, hospitalidad beduina y actividades al aire libre como el surf en las dunas.
El turismo en un sector en expansión en Israel. El año pasado fue de récord con 3,8 millones de visitantes extranjeros que generaron 5.800 millones de dólares, según el ministerio de Turismo.
La mayor parte de los turistas vienen de Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania o Reino Unido.
El ministerio aspira a que el desierto del Néguev pase de generar un 5% de los ingresos turísticos del país a un 20%, en espacio de dos o tres años. Para ello quiere aumentar el número de habitaciones de hotel en la región de las 2.000 actuales hasta 5.000.
Vinos del desierto
«Cuando hace mucho frío en Europa, por ejemplo en diciembre, enero o febrero, las temperaturas son suaves en el Néguev», explica Uri Sharon, del ministerio de Turismo, durante una visita con periodistas.
El desierto ofrece, además, un lugar geológico único, el «cráter» de Ramón, el mayor del mundo causado por la erosión.
Salaam El Wadj nació en esta región donde abrió un campamento en el que vive con su familia, sus hijos y sus cabras. Allí acoge a sus huéspedes en tiendas de campaña y les enseña la forma de vivir de los beduinos.
Un estilo de vida amenazado, según él, por la llegada de los británicos hace un siglo y por la creación de Israel en 1948.
Acoger a los turistas le permite preservar esa herencia. «No sólo quieren dormir en un campamento beduino, sino que quieren aprender», asegura.
Para pasar de un campamento beduino a otro, los senderistas recorren unos 12 kilómetros por caminos acondicionados, mientras sus pertenencias son transportadas en coche.
Cerca del campamento de Salaam El Wadj, Hannah y Eyal Izrael plantaron viñas en terrenos escalonados donde los nabateos vivieron hace 2.000 años. Cada año producen 5.000 botellas de Merlot, Cabernet Sauvigon, Chardonnay y otras variedades de uva.
«Un desierto accesible»
Para ganar más dinero, Eyal Izrael alquila habitaciones y propone visitas en los alrededores. Y quienes lo desean pueden aprender las bases de la producción de vino en su bodega.
«Hay siempre turistas del mundo entero, que vienen a explorar, hacer senderismo, probar nuestro vino, pasear en las otras granjas y degustar queso de cabra», dice. «El Néguev es un lugar muy seguro, un desierto accesible y en el que hace calor».
Las viñas crecen en una cuenca natural que recibe el agua de las colinas vecinas en invierno y goza de un sistema de irrigación moderno que utiliza agua desalinizada del Mediterráneo.
Cerca del viñedo de Eyal Izrael, se alza la ciudad de Mitzpe Ramón, que domina el «cráter» de Ramón. Los turistas en busca de tranquilidad y de confort tienen la posibilidad de alquilar allí tiendas de lujo equipadas con duchas de agua caliente, donde pueden contar con los servicios de un chef personal.
Cuando cae la noche, los visitantes pueden observar a través de un telescopio las estrellas en un cielo muy oscuro, libre de contaminación lumínica.
El corazón del Néguev está a apenas dos horas de carretera del aeropuerto internacional de Ben Gurión, cerca de Tel Aviv.
Pero el nuevo aeropuerto podría estar operativo en otoño, según los medios israelíes. Permitirá que aviones de gran capacidad aterricen en el desierto. En un primer momento podrá acoger a dos millones de pasajeros al año, y 4,2 millones de aquí a 2030, según su sitio web.
Información e imagen: AFP
También te puede interesar:
Se fueron de luna de miel y encontraron la muerte
Israel destruye túnel de Hamas construido bajo el mar Mediterráneo