Por: Sergio Villaseñor

Las elecciones presidenciales de este año transcurren acompañadas de desprecio, indiferencia, mentiras; incluso sorna. Como si el ejercicio democrático produjera un halo de malestar que impidiera apreciar lo sustantivo e importante.

Las elecciones son una construcción civil, el único método que permite la coexistencia y competencia de opciones políticas diferentes que se confrontan. El ejercicio democrático es la fórmula que permite la sustitución de gobernantes sin derramamiento de sangre; la diversidad política es un capital que debe ser preservado y mediante el cual es posible edificar un puente entre gobernantes y gobernados que permita el ejercicio amplio de las libertades.

El periodo electoral de este año podría considerarse el más complejo en la historia de este país. Calificativo no menor, pues posee condimentos y variables que lo hacen distinto al de todos los anteriores. Comenzando por las candidaturas independientes; nunca en la historia «democrática» de este país habíamos tenido una elección presidencial a la cual aspirara un candidato sin partido (sin madre, sí, muchos).

Además de los independientes y de las alianzas increíbles (PRD-PAN), estas elecciones se ven marcadas por otros factores como las fake news. Ésta se presenta como la primera elección latinoamericana en la que tiene presencia este fenómeno que estalló durante los comicios presidenciales de 2016 en Estados Unidos que arrojaron a Donald Trump como ganador.

Las noticias falsas que deliberadamente revelan una visión distorsionada de los hechos resultaron ser un factor decisivo en la opinión pública. El debate público y el debate político han encontrado en la información tergiversada un cause de propaganda que rehuye a los hechos en pos de determinados intereses.

Las granjas de bots en Twitter que impulsan hashtags a favor de uno u otro candidato, o la difusión de memes con imágenes descontextualizadas son los medios de los que se valen tanto periodistas como políticos para crear sesgos. Para atajar este fenómeno en estas elecciones surgió #Verificado2018, una iniciativa creada por diversos medios que busca confrontar tanto noticias falsas como promesas irrealizables y sin fundamento.

Se puede disentir o estar de acuerdo con el proyecto de «X» candidato, pero no podemos perder nuestra capacidad de análisis. Antes de compartir en redes sociales o asumir como cierta alguna publicación claramente tendenciosa y visceral es necesario cuestionar la fuente; la existencia de los sesgos periodísticos no debe impedirnos ejercer el pensamiento crítico confrontando ideas propias con las ajenas.

Acudir religiosamente cada seis años a la casilla a tachar papeletas y que te marquen el dedo para así asumirse como ciudadano partícipe del sistema democrático está bien, ¿pero y el resto de los 2189 días que abarcan el sexenio? La democracia no termina en las elecciones; una sociedad plural, diversa y masiva se dota de conocimiento, da seguimiento al trabajo de los funcionarios y desdeña información falsa de fidedigna.