CARTAGENA.- Una de las páginas más importantes de la historia de Colombia y América Latina se escribe hoy aquí, bajo un agobiante calor, con la firma de la paz entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Recorrer las calles de la caribeña Cartagena de Indias estas horas constituye no sólo un ejercicio turístico para los extranjeros. Todas las personas que confluyan este lunes en la llamada “Ciudad Heroica” podrán sentirse, en algún grado, partícipes de la historia y de un momento digno de relatar a familiares y amigos.
Es este mismo sentimiento, de ser partícipes de un hecho histórico para la región, el que congrega a presidentes y altos representantes de gobiernos del mundo en esta ciudad colombiana de poco más de un millón de habitantes para ser testigos preferenciales de la firma del Acuerdo de Paz. El presidente de México, Enrique Peña Nieto; la mandataria chilena Michelle Bachelet, y el jefe de Estado venezolano, Nicolás Maduro, entre otros, asistirán a los actos oficiales del comienzo del fin a más de cinco décadas de una guerra entre hermanos. Para muchos resulta difícil comprender cómo en más de 50 años no se concretó la anhelada paz que parece llegar este lunes, en forma definitiva, al alma del pueblo colombiano. Miles de familiares de las víctimas del conflicto, donde el narcotráfico tuvo un papel central en los últimos años, esperan desde hace décadas que la muerte se detenga, que exista verdad y, por supuesto, justicia. Millones esperan que los miembros de las FARC, unos siete mil 800 según expertos, dejen las armas y se reintegren a la sociedad para permitir que varias generaciones de colombianos tengan por primera vez esa sensación, para ellos desconocida, de vivir en paz.
Por ese motivo, este lunes, sin duda, es uno de los mejores días para los millones de colombianos que nacieron después de 1964 y que nunca han vivido en un país en paz, que no han visitado algunos lugares de su propia patria por temor a la guerrilla y que a diario se han encontrado en las noticias con la muerte de sus compatriotas, sean estos civiles, militares, policías o guerrilleros. Esos millones de colombianos son los que tienen hoy la fe puesta en el Acuerdo de Paz y en los pasos siguientes, como el éxito de un proceso de negociación con el guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN) y, más cercano y real, el plebiscito del 2 de octubre próximo para someter a consideración el documento suscrito con las FARC. En las calurosas y húmedas calles de Cartagena de Indias se respira este lunes la historia y la esperanza. El acuerdo con las FARC pone fin a un conflicto de cinco décadas que ensombrecía el historial de paz de América Latina, pero a la vez plantea el complejo desafío del “post-conflicto”. Para varios politólogos, si bien el haber llegado a un Acuerdo de Paz es un hecho histórico de gran trascendencia, el mayor desafío y trabajo ahora está en el “post-conflicto”, tarea en la cual Colombia contará con el apoyo de varios países, entre ellos Chile.
Casi un centenar de miembros del Ejército chileno y las policías de Carabineros e Investigaciones observarán el proceso de paz colombiano y cumplirán tareas de monitoreo y verificación del cese al fuego, desarme y desmovilización. El despliegue del contingente chileno es gradual y comenzó en julio pasado con el envío del primer grupo de 11 militares, a los cuales se unirán en los próximos meses el resto del contingente, el que permanecerá en Colombia por espacio de un año. Cartagena de Indias y Colombia hoy están de fiesta. La paz, al menos con las FARC, parece haber llegado para quedarse, pero el trabajo que viene a partir de ahora no será fácil porque requerirá del apoyo de todos los colombianos y de Latinoamérica en su conjunto. Ahora es tiempo de pasar de las palabras plasmadas en el acuerdo entre el gobierno y las FARC a los hechos, un desafío no menor que de seguro tardará un tiempo en concretarse. Mientras, los colombianos esperan disfrutar de la paz, algo absolutamente desconocido para millones en las últimas cinco décadas.
Notimex/JRGA