Liz Truss se había presentado un día como una «gran provocadora» y admiradora de Margaret Thatcher. Pero será recordada sobre todo por sus críticos como una destructora durante su breve paso como primera ministra británico.
Tras su renuncia este jueves, Truss se convirtió en la primera ministra más efímera de la historia contemporánea, con solo 44 días en el poder durante los cuales agravó las dificultades económicas de millones de británicos, debilitó la imagen de su país en el plano internacional y agotó lo que quedaba de unidad en un Partido Conservador fragilizado tras 12 años en el poder.
Truss representa al ala más derechista del Partido Conservador, como Thatcher, apodada la «dama de hierro» por la mano dura con que gobernó el Reino Unido de 1979 a 1990 y a la que soñaba emular.
A los 47 años, esta exministra de Relaciones Exteriores llegó al poder con una simple promesa: en un contexto difícil de fuerte inflación y disparada de los precios de la energía, quería relanzar el crecimiento gracias a recortes masivos de impuestos.
Su experiencia en varios ministerios y su visión optimista convencieron a los militantes conservadores que la prefirieron frente al ministro de Finanzas, Rishi Sunak, defensor de la ortodoxia presupuestaria.
Pero su ambicioso plan económico anunciado el 23 de septiembre por su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, que preveía decenas de miles de millones en recortes de impuestos sin un financiamiento claro.
En respuesta, los mercados reaccionaron con violencia: la libra se desplomó, el rendimiento de los bonos de Estado se disparó y el Banco de Inglaterra tuvo que intervenir.
Liz Truss nunca se recuperó de este «mini-presupuesto» de principiante.
«Entendí»
En realidad, solo controló el poder unos días, entre el final del duelo nacional tras la muerte el 8 de septiembre de la reina Isabel II y la debacle de sus medidas económicas.
En el congreso del Partido Conservador, la atmósfera era densa y los disensos quedaron a la luz del día. En un primer giro Liz Truss renunció a recortar la tasa de impuestos a los más ricos. Su autoridad y su control del partido comenzaron a evaporarse.
«Entendí, escuché», dijo entonces.
Escuchar quizás escuchó. Pero entender, no verdaderamente, afirmaron sus detractores ante esta limitada oradora que repetía «crecimiento, crecimiento, crecimiento» y parecía impermeable a las críticos.
El 14 de octubre, bajo la presión de su partido cada vez más inquieto, y mientras ya circulaban nombres para reemplazarla, despidió a su ministro de Finanzas y convocó a una conferencia de prensa.
El miércoles, abucheada por los diputados en el Parlamento, afirmó «soy una luchadora, no alguien que abandona». Pero de inmediato sufrió otro duro golpe: su ministra del Interior Suella Braverman renuncia en desacuerdo con Truss por la política migratoria.
La situación no tiene salida: los pedidos para que renuncie se multiplican, la oposición reclama elecciones anticipadas y los conservadores están desesperados ante sondeos catastróficos a dos años de las elecciones legislativas.
Este jueves dijo estar «absolutamente decidida» a continuar su misión, tras decir que fue demasiado lejos y demasiado rápido.
Apenas ocho minutos después, renunció.
Trayectoria cambiante
Nacida el 26 de julio de 1975, casada y con dos hijas, sus amigos de infancia y compañeros de universidad en Oxford, donde se licenció en política y economía, recuerdan a una estudiante provocadora pero discreta que no aparecía como una futura primera ministra.
Creció en un entorno muy izquierdista y en Oxford presidió un grupo juvenil del centrista Partido Liberal Demócrata, donde empezó a mostrar firmes opiniones políticas.
Truss escandalizó a sus padres, un profesor de matemáticas y una defensora del desarme nuclear a los que acompañaba a las manifestaciones cuando era niña, al acabar entrando en el Partido Conservador para adoptar posturas muy derechistas.
Tras una década en el sector privado, sobre todo como directora comercial de empresas que incluyeron la energética Shell, fue primero concejala en el sureste de Londres y luego diputada en 2010.
En 2012 entró en el gobierno y ocupó una serie de carteras, primero como secretaria de Estado de Educación y luego como ministra de Medio Ambiente de 2014 a 2016. También fue la primera mujer ministra de Justicia y, posteriormente, secretaria jefa del Tesoro.
En 2016, votó contra el Brexit. Pero luego se convirtió en fervorosa partidaria y trabajó para forjar nuevas alianzas con tratados de libre comercio con países como Japón y Australia.
Nombrada en septiembre de 2021 al frente de Relaciones Exteriores -un modo para su predecesor Boris Johnson de intentar controlar sus ambiciones-, se mostró intransigente frente a la Unión Europea y encarnó la posición dura contra Rusia tras la invasión de Ucrania.