RÍO DE JANEIRO.- Gobernado en los últimos cinco años y medio por una mujer, Brasil sigue siendo un país dominado por políticos hombres y blancos, una ausencia de diversidad que se refleja en el nuevo Ejecutivo del presidente Michel Temer.
De los 23 ministros del gabinete que asumió el cargo la semana pasada, cuando la presidenta Dilma Rousseff fue apartada del poder por el Senado, todos son hombres y blancos, pese a que más de la mitad de los brasileños son negros o mulatos, y que las mujeres suman cerca del 53 por ciento de la población. Intensamente criticado por la ausencia de ministras en su gabinete, Temer dijo que en el futuro nombrará a mujeres en cargos de responsabilidad, y dijo que la responsabilidad de esa situación recae en los partidos políticos aliados, que no le propusieron a mujeres para los cargos. “El gobierno está revelando el alto grado de conservadurismo que lo domina”, explicó a Notimex la activista Nalú Faria, coordinadora de la organización feminista Sempreviva. Pese a elegir a Rousseff en 2010 para ser la primera presidenta de la historia del país, los datos revelan un gran retroceso de Brasil en lo referente al acceso de las mujeres a cargos ejecutivos.
El país se sitúa en el puesto 131 del mundo en cuanto a número de mujeres parlamentarias, con apenas 44 mujeres de 513 escaños en la Cámara de Diputados (el 8.6 por ciento del total), según datos de la organización Mujeres en los Parlamentos (WIP, en sus siglas en inglés). En comparación, otros países latinoamericanos tienen un nivel mucho mayor de paridad, como México, que ocupa la séptima posición, con el 42.4 por ciento de mujeres en la Cámara de Diputados, según WIP. El Legislativo brasileño lleva años debatiendo reformas para establecer cuotas que eleven hasta entre el 10 y el 30 por ciento el número de mujeres en la cámara baja y el Senado, pero las propuestas de enmiendas constitucionales fueron bloqueadas por los partidos políticos conservadores, que dominan el Parlamento electo en 2014. Los mismos problemas presenta la política brasileña en lo referente a la diversidad racial, pese a que esta nación cuenta con una mayoría de su población (53 por ciento) de origen negra.
Ningún cargo importante del Ejecutivo de Temer es negro o mulato, ni siquiera en los segundos escalafones, una situación que algunas organizaciones como Criolo –que lucha por los derechos de las mujeres negras- califican de “racismo institucional”. “El racismo retrocedió muy poco en Brasil”, explicó a Notimex Jurema Pinto, coordinadora de Criolo, que articula acciones sociales para reivindicar el papel de la mujer negra en el país. “El hecho de que no haya in solo negro en el gobierno Temer no es una discontinuidad, ya que en el de Rousseff había apenas una mujer negra”, explica Pinto, que critica que “los cambios en los últimos años en esta materia no fueron estructurales”. Un informe presentado este año en Naciones Unidas por la relatora especial sobre cuestiones de las minorías, Rita Izsák, criticó que “a pesar de las políticas de acción afirmativa, los afrobrasileños siguen estando en gran medida excluidos de los puestos de poder e influencia”. Las minorías, “particularmente los afrobrasileños, que se consideran a sí mismos una minoría política a pesar de ser mayoritarios en términos demográficos, siguen teniendo que hacer frente a numerosos impedimentos para disfrutar plenamente de sus derechos humanos”, señaló la relatora en su informe.
NOTIMEX/JRGA