Imagen: Brenda Peralta | Business Insider México
- El biohacking, que busca mejorar el cuerpo con tecnología, avanza rápidamente.
- La interconexión de dispositivos bioimplantables plantea preocupaciones sobre la seguridad y privacidad de los datos personales.
- Frente a ellos, tantos empresas como gobiernos deben establecer regulaciones para proteger a los usuarios de la tecnología bioimplantable.
Un ejemplo de esto serían los chips cerebrales de Neuralink, que prometen desde ayudar a cuadraplégicos a moverse hasta controlar videojuegos con la mente; o bien, la idea de implementar diferentes dispositivos en nuestro cuerpo para adquirir nuevos sentidos, muy al estilo del videojuego Cyberpunk 2077.
Sin embargo, este futuro cada vez más cercano destapa una posibilidad un poco espeluznante: Si en la actualidad nuestros dispositivos móviles y computadoras pueden ser hackeados a distancia sin problema, ¿qué impide que esto suceda con la tecnología que nos implantemos?Es aquí donde el concepto de biohacking se expande y se hace más complejo, y pasa a convertirse en un tema de conversación que debe abordarse más pronto que tarde.Nueva tecnología, nuevos riesgos
Si bien la idea central del biohacking es mejorarse a sí mismo a través de la tecnología, hay que tomar en cuenta qué implica esto.Uno de los principales puntos que surgen de la posibilidad de equiparnos con bioemplantes es que estos dispositivos serán capaces de contar con miles de datos sumamente personales.«El tema y la incorporación de las nuevas tecnologías implica que hay un input y un output; es de ida y vuelta la comunicación. Es decir, no solamente yo puedo tener un bioimplante que me abre una puerta, sino que este puede estar comunicándose con otras biointerfaces que están leyendo mis ondas cerebrales, mi ritmo cardíaco mi presión arterial y tener otra serie de datos para irse calibrando y modificando», comenta Diego Hernán Barrientos, experto en seguridad informática y biohacking e instructor de Udemy.«Estamos hablando de tecnología biométrica que permite justamente tener toda esta data de nuestro cuerpo, de nuestra personalidad. Y ahora hay sistemas de inteligencia artificial que pueden ayudar precisamente a labrar esos datos, y ahí es donde entra esta parte de riesgo», agrega.
Barrientos dice que esa ida y vuelta de información en estos dispositivos hace que se amase una cantidad enorme de datos sobre un individuo. Si bien estos no pueden analizarse del todo con tecnología actual, los avances en inteligencia artificial permitiría un análisis de datos fugaz. Y esto podría derivar en situaciones muy distópicas.«Por ejemplo, digamos que mientras trabajas te pones unos auriculares que además están censando las ondas cerebrales. Una empresa puede saber si te estás quedando dormido y, a través del parlante, va a inducir una frecuencia arriba de los ocho o nueve hercios y despertarte», ejemplifica Barrientos.Este es un ejemplo relativamente sencillo; sin embargo, pone en enfoque lo que actores malintencionados podrían lograr a través del hackeo de tecnología íntimamente ligada a nuestro ser.
El amanecer de la era de los cyborgs
De acuerdo con Barrientos, para 2027 cualquier persona con un sueldo de clase media y capacidad de ahorro podrá comprarse su primer bioimplante.La idea puede sonar algo disparatada; sin embargo, ya existen varios humanos con diferentes tipos de implantes tecnológicos. Esto los convierte efectivamente en cyborgs.Uno de estos es Neil Harbisson, un artista y activista británico que, además, es el primer cyborg reconocido en el mundo. Neil nació con acromatismo, una condición visual que le impide ver colores; sin embargo, gracias a una antena implantada en su cráneo, es capaz de sentir las vibraciones del color a través del sonido.
Esta antena le da básicamente un nuevo sentido; sin embargo, también lo expuso a un hackeo en donde un individuo desconocido envió sonidos que activaban diferentes colores antes de detenerse repentinamente.«Cuando te pones un bioimplante, estás agregando otros sensores a tu cuerpo y no solamente eso, también hay gente que puede vulnerar tu privacidad y, potencialmente, inducirte estados o a hacer cosas que no quieres», puntualiza Barrientos. «Un hacker podría inducir a una persona a una depresión, o ira o ataques de pánico», comenta.Barrientos da otro ejemplo más severo: «Puedes tener un marcapasos con un montón de sensores que estén este verificando que todo funcione bien; sin embargo, si viene una persona mal intencionada, es cuestión de que intercepte la comunicación de esos sensores y modifique un cero por uno y bueno… los riesgos son terribles; o sea, la persona puede perder la vida», alerta.
«Yo siempre digo que cualquier tecnología es como un martillo. Con este, puedes construir una catedral o un refugio para niños o romper la cabeza al lado. La culpa no es del martillo, es del ejecutor» enfatiza Barrientos.Los gobiernos deben empezar a generar leyes en torno al biohacking
Entre más empezamos usar nueva tecnología para potenciarnos como humanos, no solo hay que tomar en cuenta los riesgos que surgirán de su uso, sino también cómo mitigarlos y manejarlos desde un aspecto gubernamental.Harbisson dijo anteriormente a Business Insider México que es importante a empezar a hablar sobre cómo podrían protegerse a las personas y su privacidad si cuentan con aditamentos cibernéticos.
«Tenemos que estar preparados. Las leyes ahora mismo no contemplan esta situación; hay una contemplación de hackeo a máquinas y también el de agresión física, pero el hecho de que alguien desconocido entre en mi cuerpo sin permiso a través de internet no está contemplado. Por eso los gobiernos tienen que empezar a plantearse nuevas medidas donde el hackeo se contemple como una agresión física, y no como una agresión a una máquina o a la privacidad», explicó Harbisson.Es aquí donde entra no solo el concepto de biohacking, sino también de los neuroderechos y la importancia de que los gobiernos creen un marco legal para ellos.«Una de las primeras cosas que hay que hacer es legislar; establecer leyes que protejan contra este tipo de ataques», puntualiza Barrientos. «Pero también tienen que armar equipos de ingenieros multidisciplinarios que abarque muchas tecnologías: un médico que toque la partes biológica, ingenieros electrónicos, especialistas en nanotecnología, inteligencia artificial en telecomunicaciones y hasta hackers», dice.
A su vez, Barrientos asegura que las mismas empresas que desarrollen estos productos deben ser responsables de crear productos que garanticen la seguridad del usuario; y que, a nivel gobierno, deben estructurarse conductos legales que obliguen a estas empresas a analizar rigurosamente sus nuevas tecnologías antes de lanzarse masivamente.