«HillbillyElegy, memorias de una familia y cultura en crisis», tiene una explicación del porqué el discurso populista de Donald Trump tiene tantos seguidores y que, en el fondo, su éxito era ineludible, una bomba de tiempo. El autor J.D. Vance, graduado de la Escuela de Derecho de Yale, exmarino y un hillbilly, termino coloquial para referirse a las personas nativas de la región de los Montes Apalaches.
Vance, para los 12 años ya había sido amenazado de muerte por su madre, anécdota que terminó con ella en la cárcel. Su padre biológico lo abandonó cuando era bebe; tomo el apellido de su padre adoptivo, quien también lo abandonó a los pocos años. A los seis años ya había sido víctima de un ojo morado y una nariz rota en peleas escolares, en las que defendía el orgullo de su familia.
Hillbilly Elegy es una crónica que muestra una realidad ignorada por los estadounidenses y es una guía para que el resto del mundo entienda a los Red Necks, White trash o Hillbillies.
Para ponernos en contexto el autor entrelaza en el libro sus experiencias, sus observaciones y sus conclusiones sobre los paradigmas en la vida de los hillbilly. Conocemos a la familia Vance , los abuelos patriarcales, su caótica madre, su hermana mayor (solo por el lado de la madre), sus tíos, sus vecinos. Leemos una continua peregrinación entre casas, novios de su madre y hermanastros y entendemos la pobreza económica y cultural que caracteriza a los hillbilly.
Vance critica sin atisbos los errores y paradigmas que él percibía en su medio social. Sin medias tintas señala directamente que la pobreza en la que muchos hillbilly viven es resultado de sus problemas de enojo, la carencia de ética laboral y disciplina, el alcoholismo y la drogadicción.
Vance explica que no hay programa gubernamental que pueda curar la falta de un ambiente estable y disciplina en cada individuo. Cuenta el caso de un compañero de trabajo cuya novia estaba embarazada, que faltaba a menudo a su labor, pasaba horas en recesos y al ser despedido, sentía que “algo” había sido hecho “en contra” suya, en vez de ver su despido como la consecuencia de sus actos.
Califica que los hillbilly poseen una “inutilidad aprendida”, que los hace pensar que hagan lo que hagan, no podrán cambiarse a sí mismos ni a sus condiciones de vida. Esa actitud, explica el autor, hace que los hillbills no conozcan la importancia que las decisiones personales tienen en el futuro de cada individuo.
A diferencia de una “voluntad aprendida” que Vance vio durante sus años en los marines y en Yale, que hace que cada individuo no ignore el poder de una decisión positiva y sea responsable de su vida.
Los hillbilly le echan la culpa de su situación a todos menos a ellos mismos, sienten que la sociedad, las empresas privadas y el gobierno les ha fallado. Sus dos valores más fuertes son el honor de la familia y su país. Por eso, al escuchar el discurso de Donald Trump y su slogan “Make America Great Again” sienten que (por fin) tienen un político que los entiende y que se hará cargo de sus problemas, llevándoles una anhelada paz económica que tanto ansían. Al Trump ofrecer un discurso populista ofreciendo deportaciones masivas y construir un muro es música a sus oídos, por fin se hará justicia y todo volverá a ser como antes.
J.D. cuenta cómo en forma de pequeños mensajes, sus abuelos (que eran su norte durante su niñez y adolescencia) le inculcaron más valores de lo acostumbrado para su medio. A diferencia de su madre drogadicta que agredía física y emocionalmente a J.D..
Vance tomó un camino que él califica como el momento pívot de su vida: entrar a los marines. Durante sus años allí, incluidas temporadas en Iraq, él estuvo en contacto con otra cultura dentro de su país. Obtuvo disciplina, aprendió qué comida era más saludable, cómo tener finanzas personales saludables y hasta comprar un auto sin ahogarse en el interés de un préstamo. Conocimiento que nunca escuchó de boca de sus abuelos o madre.
Poco a poco el autor dejó de sentirse en casa dentro de su casa. Decidido a seguir adelante, Vance entró a la universidad de Ohio y luego, gracias a una beca, ingresó a la Escuela de Derecho de Yale. El choque cultural fue fuertísimo, Vance aprendió los hábitos sociales de las personas con ingresos medianos-altos y altos, se sintió como un marciano en la tierra. Supo que sus problemas familiares, tan comunes en su medio eran la excepción para sus compañeros en Yale.
Con ayuda de Amy Chua, su mentora, Vance navegó en el desconocido mundo de las entrevistas laborales (en las que no sabía que debía de presentarse a ellas con saco), las reuniones para hacer networking, y aprender que, para conseguir un buen trabajo, es tan necesario el conocimiento intelectual, como las gracias sociales que una persona posea.
Vance ya no se siente del todo como un hillbilly, pero no se esfuerza por ocultar su origen. No tiene una respuesta clara para cuál es la solución al problema social de los blancos estadounidenses y pobres, pero añade “sé que la solución empieza cuando dejemos de echarle la culpa a Obama o a Bush y a empresas sin nombre y empecemos a preguntarnos a nosotros mismos qué podemos hacer para construir algo mejor”
La plataforma para que Trump tuviera tanto apoyo, no solo se dio por el apoyo de los hillbills. Para Ian Vásquez, director del Centro para la Prosperidad y Libertad Global del Cato Institute, Trump también es el resultado de los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama.
Vásquez en su artículo, Trump y América Latina, resalta que Trump ha llegado donde está gracias a un deterioro de las instituciones en Estados Unidos.
La guerra contra el terrorismo y las dos guerras en Medio Oriente que libró Bush ayudaron a concentrar muchísimo poder en la presidencia. Obama prometió poner fin a la presidencia imperial y a la polarización política. Logró lo opuesto. La presidencia es más fuerte que nunca en tiempos modernos. Ante instituciones que se perciben débiles, la campaña demagógica de Trump ha recibido el apoyo de ciudadanos que ya no se sienten representados por el sistema tradicional” expresa Vásquez.
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