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Un pastel define el estatus social en Cuba

Un pastel define el estatus social en Cuba

Un cake con la forma de una cámara fotográfica, figuras de recién casados modeladas en azúcar o el emblema del equipo del Real Madrid son algunas de las ofertas de una empresa privada que prepara fiestas de bodas y cumpleaños en Cuba. El número de sus clientes va en aumento en una sociedad donde la calidad y la altura de las tortas se convierte en símbolo de estatus.

¿Cuántos pisos tendrá el pastel? La respuesta a esa pregunta determina la solvencia económica y ahonda la brecha entre quienes pueden permitirse una mole de azúcar y merengue, con fuentes, luces led y una capa de chocolate, o aquellos otros que tendrán que hacer una panetela casera con mucho ingenio y pocos ingredientes.

“Para el cumpleaños de mi hijo encargué un cake con la forma de una mesa de billar”, comenta una señora de 50 años que se ha convertido en cliente asidua de Kirocake, un negocio de repostería que se precia de hacer “arte para el paladar”. Ubicado en el reparto Miramar, la pequeña empresa se ufana también de recrear casi cualquier motivo que le pidan sus clientes.



Los pedidos son tan variados como se puedan imaginar. Desde la imagen del dibujo animado Cheburashka, para alguien que creció mirando muñequitos rusos, o de la producción de Disney Tinker Bell para una niña pequeña. Como no hay límites para los sueños, los pequeños productores por cuenta propia aceleran el ritmo para anticiparse al futuro. Algunos ya proyectan diseños a los Star Wars o de los Minions.

En Kirocake la especialidad es el fondant, una masa a base de azúcar que recuerda la plastilina. Los clientes pasan por una degustación para escoger sabores, tanto de la cubierta como del relleno. Los reposteros también trabajan la crema de nata, pero la consideran inestable para sus cakes, que pueden medir hasta un metro y medio de altura.

“El fondant tiene la textura de la cremita de leche y sabe como a miel”, explica a 14ymedio una empleada del lugar que ultima los detalles de una boda. Un cake clásico para este tipo de ocasión, con rosas modeladas en azúcar, para 80 comensales y con 70 cm de altura, no baja de los 200 pesos convertibles, el salario de ocho meses de un profesional.

Los productores de esas maravillas de azúcar tienen en la mayoría de los casos una licencia de elaboradores de alimentos y reciben inspecciones con mucha frecuencia. “Tenemos que tener todos los vales de compra de los productos”, comenta Ricardo, quien dirige una pequeña compañía que prepara fiestas en San Miguel del Padrón. Sin embargo, el hombre no esconde que “si fuéramos a guiarnos por la ley, no podríamos hacer ni un panqué”.



En el mercado informal existe un amplio surtido de materia prima para repostería y panificación, como huevos, harina y colorantes de merengue. La mayoría de estos productos provienen del desvío de recursos a las entidades estatales. “Si no compramos por la izquierda, tendríamos que vender nuestros cakes a unos precios que nadie los compraría”, reconoce Ricardo.
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