JERUSALÉN, ISRAEL.- En el 2001, una boda, evento que debía ser motivo de alegría, terminó convertida en una tragedia en la cual por lo menos 23 personas murieron y 300 resultaron heridas.
Esto, como consecuencia del hundimiento de un salón de bodas en Jerusalén, en el que más de 700 personas participaban en la celebración del enlace matrimonial.
Según quien fuera ministro del Interior en ese entonces, Eli Yishai, un experto en estructuras confirmó que el desplome se debió a «un grave fallo de ingeniería», con lo que descartó definitivamente que pudiera deberse a un atentado terrorista.
Yishai, que calificó el accidente de «una de las tragedias más grandes que hemos conocido», no quiso precisar cuántas personas permanecen aún bajo los escombros.
En la tercera y última planta del edificio -propiedad de una única empresa- se celebraba una boda a la que asistían más de 600 personas, cuando toda la planta se vino abajo e hizo desmoronarse el edificio entero sobre el sótano, sin que llegase a alcanzar el estacionamiento.
La tragedia podía haber sido mucho mayor si las otras salas de fiestas, en la primera y segunda planta, hubieran estado ocupadas, como es lo habitual, pero por fortuna se encontraban vacías.
De acuerdo con quien fuera el propietario del local de fiestas, Meir Balilti, previamente había encargado unas obras de remodelación en el local principal, las cuales pudieron haber propiciado la catástrofe de hoy.
La investigación oficial, llevada a cabo por la policía israelí, aseguró que el edificio se vino abajo debido a fallos en la estructura e informó de la detención de varios posibles implicados.
Según la Segunda Cadena de televisión de Israel, una investigación preliminar apuntó a una negligencia en la construcción original, que databa de 1986.
Las autoridades afirmaron que el edificio, situado en la zona industrial de Talpiot, había sido construido con fines industriales, no para celebrar bodas.
jcrh