La deportación de 11 millones de indocumentados mexicanos, o sea el 3% de la población de los Estados Unidos, implica la peor agresión racial y laboral ocurrida en ese país desde la guerra de secesión. La Casa Blanca pierde a pasos agigantados el respeto del mundo.
¿Cómo deportar de EEUU a 11 millones de personas? ¿Cuánto tiempo tardará? ¿Cuánto costará localizarlos, confirmar su nacionalidad mexicana, dónde ubicarlos? ¿Quién hará las decenas de miles de camas en sus hoteles? ¿Quién servirá las mesas en los restaurantes de ese país? ¿Quién cosechará las verduras, legumbres y frutas?
¿Quién pegará los tabiques en la industria de la construcción? ¿Quién le devolverá a nuestros compatriotas las cuotas de Seguro Social pagadas durante tantos años, a modo de jubilación, en el caso de que esto hubiera sido posible y, más aún, quién verá por sus propiedades adquiridas con su trabajo? ¿Que ocurrirá con los hijos de los deportados que se quedarían sin padre y sin madre o sin tutores? La semana pasada comenzaron las redadas en paradas de autobuses, se instalaron puestos de control, se allanaron casas y lugares de trabajo en media docena de estados de todo el país. La maldad está de pie, como cuando comenzaron los arrestos y persecuciones en la Alemania nazi.
En la actualidad existen aproximadamente 100 mil agentes migratorios dedicados a la cacería de ilegales incluidos, claro está, los mexicanos. Según vayan atrapando a los indocumentados, sacándolos a la fuerza de sus ciudades o campos, tendrán que “centralizarlos” en algún lugar antes de su deportación definitiva. No los van a “centralizar” en los hoteles de lujo del señor Trump ni en sus instalaciones en Mar-a-Lago, en Miami, sino en campos de concentración, en miles de campos de concentración, tal y como lo hizo Himmler en Alemania y su SS. ¿La policía de Trump se va a llamar SS-USA…? ¿Habrán trabajos forzados…?
En los campos de concentración se confina a la gente bajo condiciones duras y sin respeto a las normas legales de la encarcelación. Los campos de concentración (Konzentrationslager) fueron una característica del régimen nazi y lo será de la “administración” de Trump, (Concentration camps), quien ya mancha y manchará a diario a una de las más poderosas democracias del mundo, cuando empiece a construir campos de concentración, en donde las personas, sin derechos humanos, preferirán suicidarse o ser baleados por la autoridad norteamericana al oponer resistencia en su desesperación por vivir en pavorosas prisiones, antes de su deportación final a México.
¿Veremos, acaso, campos de concentración en Dallas, en Los Ángeles, en Chicago o en Nueva York, tal y como los vimos de Dachau, en Sachenhausen, Buchenwald y Mauthausen, entre miles más ubicados en Europa? ¿En dónde colocará Trump a 11 millones de seres humanos ”indeseables” que han colaborado con tanto empeño y éxito en la construcción de la Unión Americana?
¿Quién en su sano juicio podría siquiera suponer que en Estados Unidos iban a existir campos de concentración en pleno siglo XXI? ¿Quién? Si el mundo no toma medidas ante la existencia y perversa amenaza de este sujeto demoníaco, preparémonos entonces para lo peor. La ausencia de respuestas detonará su narcisismo. A Hitler lo dejaron solo las grandes potencias democráticas. Sería conveniente encerrar a Trump en su propio muro.