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- Se temía que mutaciones perjudiciales entre las vaquitas sobrevivientes pudieran sellar el destino de la especie debido a una inevitable endogamia.
- Pero un estudio mostró que al ser una población pequeña estas mutaciones no se dan en estos mamíferos.
- Así que si se elimina por completo la pesca con redes de enmalle, donde quedaban atrapadas y se ahogaban, la probabilidad de que se extingan bajaría drásticamente.
La vaquita marina está al borde de la extinción pues solo quedan 10 miembros de la especie en el Golfo de México.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado el jueves en la revista Science da un poco de esperanza. El mamífero marino no está condenado por una falta de diversidad genética. De hecho, puede recuperarse si la pesca ilegal con «redes de enmalle» cesa inmediatamente.
«Rechazamos la idea de que no hay esperanza, de que no se puede hacer nada para salvarlas en este momento. No es una idea exacta», dijo a la AFP la principal investigadora del estudio, Jacqueline Robinson, de la Universidad de California en San Francisco.
La pesca de la totoaba puso en peligro de extinción a las vaquitas marinas
Las vaquitas marinas son cercanas a los delfines, con quienes comparten muchas cosas, como su gran inteligencia.
Mide alrededor de metro y medio de largo: es el más pequeño de los cetáceos.
De personalidad tímida y esquiva, es conocida por los distintivos círculos negros que rodean sus ojos y sus relativamente amplias aletas dorsales, que se cree que les ayudan a disipar el calor de su hábitat.
El número de vaquitas marinas disminuyó en el siglo XX porque quedaban atrapadas accidentalmente en redes de enmalle: largos muros de redes colgadas en aguas abiertas para atrapar pescados y camarones.
Los pescadores buscaban sobre todo totoabas, un pez del tamaño de la vaquita, cuya vejiga natatoria es apreciada en la medicina tradicional china.
La totoaba también está en peligro y su pesca es ilegal, pero no siempre se respeta la prohibición.
Se desconoce la abundancia histórica de la vaquita, pero al momento del primer estudio, en 1997, quedaban 570.
Se temía que mutaciones perjudiciales entre las vaquitas sobrevivientes pudieran sellar el destino de la especie debido a una inevitable endogamia.
Para descubrir si era el caso, los investigadores analizaron los genomas de unas 20 vaquitas marinas que vivieron entre 1985 y 2017. Descubrieron que en los últimos 250,000 años la población nunca excedió unos pocos miles.
También aprendieron que su diversidad genética siempre ha sido baja, en comparación con otras especies de cetáceos como delfines, orcas, y otras ballenas.
Beneficios de una baja diversidad genética
«En general tenderíamos a pensar que una baja diversidad genética es algo malo. Pero en este caso, es de alguna manera ventajoso para las vaquitas para su posible recuperación a futuro», dijo Robinson.
La endogamia aumenta las posibilidades de que los descendientes hereden dos copias de mutaciones perjudiciales, llevando a posibles trastornos genéticos.
Pero resultó que la frecuencia de esas mutaciones genéticas en la vaquita marina es muy baja, porque la población siempre ha sido pequeña.
«Así que estas mutaciones fueron históricamente eliminadas mucho más efectivamente que en una población más amplia, en donde podrían persistir y mantenerse ocultas a la selección natural», explicó Robinson.
Hay otras especies que parece más resistentes a la llamada «depresión por endogamia», incluyendo los gorilas de montañas y narvales, por razones similares.
El equipo llevó a cabo simulaciones para predecir el futuro de la especie.
De manera alentadora, solo hay 6% de posibilidades de que se extinga la vaquita si se eliminan las redes de enmalle.
Pero si la pesca solo se reduce, el riesgo de extinción crece dramáticamente.
Incluso con una reducción del 80% de la pesca, las vaquitas tienen 62% de posibilidades de desaparecer.
«Aunque ahora sabemos que la habilidad de la especie para recuperarse no está limitada por su genética, a las vaquitas les queda muy poco tiempo», dijo el coautor del estudio Christopher Kyriazis, también de la Universidad de California, en un comunicado.
«Si las perdemos, será el resultado de decisiones humanas, no de factores genéticos inherentes».