La incertidumbre ocasionada por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y sus intenciones de abandonar o renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), junto con la Reforma Fiscal aprobada en México causaron fuerte estrés en el sector manufacturero mexicano, lo que propició el avance que había tenido durante los últimos años.
«Todo el mundo está esperando por dónde se va a mover Estados Unidos en temas tributarios y si va a haber una negociación del TLCAN que pueda impactar a la industria», dijo Mario Hernández de KPMG a la agencia AFP.
La firma asesora de maquiladoras en la Ciudad de México explicó que estas empresas manufactureras importan componentes de otro país, principalmente Estados Unidos, para ensamblarlos y volverlos a vender fuera de sus fronteras, reduciendo costos gracias a la barata mano de obra mexicana.
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Entre los productos que fabrican destacan los aparatos electrónicos, los dispositivos médicos, las autopartes y los componentes aeroespaciales.
El principal cliente de estos productos es Estados Unidos, a cuyo mercado se va el 80% de las exportaciones mexicanas.
Crecimiento exponencial
En los últimos años, el sector experimentó un fuerte crecimiento pasando de 2.43 billones de pesos de ingresos totales en 2010 (128,000 millones de dólares al cambio actual) a 4.53 billones de pesos en 2016 (238,000 millones de dólares).
En el mismo periodo, el empleo pasó de 1.9 millones de puestos de trabajo a 2.7 millones.
Por eso, se encendieron las alarmas cuando Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos con la promesa de renegociar o incluso abandonar el TLCAN, que desde 1994 une a su país con México y Canadá en una zona de libre comercio.
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«Esta preocupación tiene su sustento en la dependencia económica» con el vecino del norte, explica Luis Aguirre, responsable de desarrollo de proveedores en INDEX, organismo representante de la industria mexicana.
En este contexto, INDEX pidió al gobierno mexicano tener un lugar en el denominado «cuarto de al lado»: el espacio donde los empresarios acompañan a los funcionarios encargados de la negociación para proveer información técnica sobre las industrias afectadas.
Cese de las inversiones
Sin embargo, la incertidumbre ante la revisión del TLCAN ya está teniendo sus efectos y algunas compañías decidieron poner pausa en sus planes de inversión.
«Ha habido algunas empresas de menor tamaño que si bien no suspendieron sus planes de inversión sí han puesto en espera algunas decisiones que tenían planeadas este año», afirma Aguirre, sin precisar montos.
César Ochoa, abogado del despacho EC Legal de Ciudad Juárez, que asesora a empresas extranjeras interesadas en operar en México a través de fusiones y adquisiciones, notó la cautela de la industria desde principios de año, coincidiendo con la llegada de Trump a la Casa Blanca.
«Ahorita está apagado, no tengo proyectos, pudiera ser un golden age (época dorada) para las maquiladoras, pero el problema es esta nube en el horizonte», se lamenta.
Las empresas reconocen estar a la espera que la administración estadounidense dé señales más precisas sobre la relación comercial con México.
«Esperamos indicaciones claras de la dirección que se va a tomar» y mientras tanto «estamos manteniendo la flexibilidad necesaria en nuestras decisiones de inversión», admite un portavoz de la firma de autopartes Continental, instalada en Ciudad Juárez y que acaba de inaugurar una fábrica en San Luis Potosí (centro).
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El impuesto fronterizo
Otro de los factores que tiene en alerta a la industria maquiladora mexicana es la propuesta del Partido Republicano de Trump de implementar un impuesto fronterizo conocido como «Border Adjustment Tax» (BAT).
Esa iniciativa, que aún debe ser discutida en el Congreso, busca fomentar las exportaciones estadounidenses y desalentar las importaciones extranjeras, desgravando las primeras y cargando con impuestos las segundas.
Es la medida «que nos preocupa más porque la gran mayoría de nuestra manufactura va hacia Estados Unidos», reconoce Hernández, considerando que lógicamente algunas fábricas dejarían de manufacturar en países como México o China para regresar a Estados Unidos.
Aunque, subraya, en la práctica la iniciativa no tendría el efecto perseguido por el Partido Republicano debido a la gran diferencia de costes en la mano de obra.
«Automáticamente, el precio de los productos aumentaría y el consumidor tendría que estar dispuesto a pagar el 15 o 20% más», asegura.
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