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Indígena se suicida al ser diagnosticado con Covid-19

AFP

Por: AFP

hace 4 años

Indígena se suicida al ser diagnosticado con Covid-19

Imagen: AFP

  • El agricultor de la etnia Zoque, de 54 años, se colgó de un árbol en la alejada comunidad Francisco de León el pasado 13 de abril, un día después de enterarse que estaba infectado.

Samuel se suicidó tras ser diagnosticado con coronavirus.

La sola noticia bastó para desatar la tragedia en el municipio indígena de Ocosingo, uno de los más empobrecidos de México, donde los pueblos ancestrales lucen indefensos ante la pandemia.

El agricultor de la etnia Zoque, de 54 años, se colgó de un árbol en la alejada comunidad Francisco de León el pasado 13 de abril, un día después de enterarse que estaba infectado.



Samuel se habría contagiado luego de que dos hijos regresaran a casa a principios de abril, cuando la fábrica donde trabajaban, en el norte del país, cerró por la pandemia.

Se suicidó al enterarse del contagio

«De acuerdo con la carpeta de investigación y testimoniales, el señor presentaba un cuadro de depresión que se agravó con su situación personal [el contagio]», dijo a AFP una fuente de la fiscalía de Chiapas, donde está Ocosingo.

El resto de la familia también está contagiada, cuenta Joel Morales, líder comunal, quien refiere el pánico reinante en el poblado, donde solo hay un puesto de salud -con una doctora y dos enfermeras- para 1.400 habitantes.

A esa precariedad se suma la falta de cubrebocas, gel antibacterial y guantes quirúrgicos para protegerse del virus, añade.



Ocosingo es uno de los municipios mexicanos con más pobreza extrema (76% en 2015), según el privado Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.

Chiapas, predominantemente indígena, es a su vez el estado más empobrecido con 76,4% de sus habitantes en esa situación en 2018.

El cadáver de Samuel permaneció varias horas en el sitio porque las autoridades carecían de equipamiento para evitar contagiarse, según lugareños.

Sin agua

Esta vulnerabilidad se repite en la mayoría de las zonas indígenas de México, donde un quinto de la población -de 120 millones de personas- se reconoce como tal, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Hasta el martes 227 indígenas habían dado positivo para COVID-19, frente a más de 16.700 contagios y unas 1.600 defunciones en todo el país, según el gobierno, que no detalla las muertes en esa población.

Algunas etnias adoptaron sus propias medidas de protección, como el cierre de accesos a sus territorios.

«Es la única manera, por ahora, de detener los contagios en las comunidades, donde además hay (…) escasez de hospitales  y medicamentos», advierte Adelfo Regino, director del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas de México (INPI, oficial).

Pero esas medidas causan afectaciones. Cuatro indígenas resultaron heridos el lunes durante una refriega con policías cuando protestaban contra un «cerco sanitario» y un toque de queda decretado en Yajalón (Chiapas), donde se abastecen.

Además del hambre y el desempleo, los casi 4.000 pobladores de la comunidad mixe en San Pedro y San Pablo Ayutla (Oaxaca, sur), lidian desde hace años con la sequía; sin agua, los llamados al lavado de manos fracasan.

«Es difícil ejercer el derecho humano a la salud cuando el derecho humano al agua no está garantizado», dice Yásnaya Aguilar, lingüista mixe.

De todos modos, para que la información sobre la pandemia llegue a las áreas indígenas, unas 22 emisoras del INPI difunden el mensaje «Quédate en casa» en 35 de las 68 lenguas ancestrales del país.

Miedo al hambre

En el Valle de San Quintín (Baja California, norte), una de las mayores despensas agrícolas para exportación, los Jornaleros indígenas y sus familias no solo enfrentan condiciones de explotación laboral, también antihigiénicas.

«Algunos patrones les dan cubrebocas y antibacterial, pero en otros casos, al menos diez personas toman agua del mismo vaso», cuenta Amalia Tello, representante comunitaria y locutora en San Quintín.

Como ella, muchos de estos obreros, de las etnias mixe, triqui y zapoteca, emigraron desde Oaxaca buscando una vida mejor.

«Tienen miedo a contagiarse, pero aquí la única alternativa es trabajar», advierte Tello.

En las elevadas montañas de Tarahumara, en Chihuahua (noroeste, fronterizo con Estados Unidos), el pueblo rarámuri -conocido como «los corredores de a pie» porque andan descalzos- teme que el aislamiento los deje sin comer.

«Acá el mayor temor no es al virus, es al hambre», afirma María Aurelia Palma, consejera rarámuri en la localidad de Guachochi.

Ante la falta de empleo en las rancherías de estados vecinos como Sonora y Sinaloa, estos pueblos confían en que pronto lleguen las ayudas del gobierno.

El presidente izquierdista Andrés Manuel López Obrador, que asegura que su prioridad en esta crisis son «los pobres», elevó a 25.600 millones de dólares el presupuesto para inversión social y proyectos clave.

«El desafío que tenemos, pasada la pandemia, es la recuperación económica de los pueblos originarios. Por ahora, el interés está en salvar vidas», subraya Regino.