CIUDAD DE MÉXICO,- El candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, no visitó México como ocurrencia, sino su presencia en nuestro país respondió a una invitación de Enrique Peña Nieto en su calidad de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, que no fue desaprovechada como acto clave de su campaña por este personaje ultra conservador.
A Peña Nieto lo identifica con Trump su poca empatía con la situación de los mexicanos en los Estados Unidos, su preocupación por que la oligarquía financiera e inmobiliaria estadounidense se sienta atendida y complacida, su capacidad de ser repelentes al drama humano y social que han generado décadas de desigualdad en México y la idea imperial que alimenta al «destino manifiesto» del país del norte sobre América Latina.
En fin, declaran su coincidencia revelando su poco amor por México.
Además, fuera de toda proporción el titular del Ejecutivo Federal intervino en el proceso electoral de otro país.
Podrá decir que trató de proteger a México y con ese argumento invitó a los candidatos de ambos partidos, pero si bien no le bastó intervenir en una contienda extranjera, no ejerció la prudencia política y diplomática que supondría esperar la confirmación de la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, y aún sumido en el error de no contener al neo fascista Trump para buscar algo parecido a la proporción.
Es claro que Peña Nieto representa el agotamiento del modelo presidencialista.
El otrora hombre fuerte hoy es el vivo reflejo de la debilidad política, preso de su propio entreguismo y falta de rumbo patrio.
Nuestro rechazo a la presencia y el discurso de Trump se suma al rechazo de la forma en que se han llevado las riendas de México por parte Peña Nieto y la mayoría de sus antecesores.
Con el pretexto de hablar del “muro de desprecio” propuesto por el fantoche abanderado republicano, Enrique Peña asumió todo el desprecio y odio que éste ha destilado en contra de los mexicanos, refugiándose en las cifras frías y en los conceptos abstractos, sin posibilidad alguna de pedir a Trump se retractara de sus infamias.
No serán las palabras huecas y faltas de profundidad y acción de Trump las que remedien los agravios contra nuestra Patria, como no lo han sido las disculpas mismas de Peña. El daño es mayor, pues a pesar de lo que la derecha nacional tratará de justificar, Trump fue invitado, sí, pero a enseñorear su arrogancia y su desprecio en nuestra casa, frente a nuestras narices y como invitado VIP presidencial.
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