*Cuando el sismo del 19 de septiembre ocurrió, Javier solo pedía que su hijo Ángel estuviera a salvo y jamás hubiese entrado al edificio Álvaro Obregón 286

Y retumbó en sus centros la tierra, y los rincones se hundieron, se escondieron en la historia para resurgir 32 años después.

La mañana del martes 19 de septiembre del 2017, los mexicanos recordaban el terremoto ocurrido en 1985, algunos ni siquiera tenían idea de la magnitud de aquel recuerdo que había dejado una herida profunda y agrietada en el país.

Jamás imaginaron lo que estaba por ocurrir. A las 13:14 horas de ese martes la tierra empezó a moverse, el tiempo se prolongó y los corazones de la gente comenzaron a exaltarse, a quebrarse, a hundirse.

En el poniente de la ciudad, Javier se encontraba incomunicado con su familia, había fuertes rumores de un derrumbe en el edificio Álvaro Obregón 286, su hijo Ángel estaba ahí justo en el momento del sismo, un hueco en el estómago y un puño apretaba su corazón lleno de incertidumbre.

Al momento del derrumbe, las personas que pasaban cerca del edificio comenzaron con la ayuda pues había mucha gente atrapada en el lugar, era el inicio de un rescate que duró 15 días.

Las horas transcurrían lentamente, los puños en alto, las lágrimas de padres que sabían que quizá sus hijos se encontraban entre los escombros, un esposo, una madre, un amigo, el vecino extranjero que quería conocer México; se encontraban sin agua, sin comer y con un solo suspiro en espera de ser rescatados.

«Cuerpos de rescate se propusieron salvarte, completos desconocidos arriesgaron su propia vida para rescatarte. Tu familia juró que no descansaría hasta recuperarte y millones de corazones se unieron para valorarte», (palabras de Javier a su hijo Ángel)

 

Transcurrieron las 72 horas, tiempo estimado para hallar una víctima con vida, pese a esto, los rescatistas no pararon hasta encontrar a todas las personas reportadas como desaparecidas.

Javier pudo ver nuevamente a su hijo. Después de los días que habían pasado, él solo esperaba poder tener su cuerpo y poder despedirse.

«Tal vez te fuiste en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez alcanzaste a escuchar las sirenas distantes que venían a tu rescate. Tal vez, tuviste unos segundos que te permitieron oír los gritos de desesperación, o los de auxilio. Tal vez sólo escuchaste silencio”

La ciudad entera se unió: estudiantes, padres de familia, amigos, vecinos, hicieron lo que jamás imaginaron, las manos se extendían para dar de comer al que no lo tenía, para dar de beber al que permaneció entre los escombros por horas, por días.

El corazón de los mexicanos se hizo uno, entre los escombros la historia se volvió a escribir, la herida nuevamente se abrió, el miedo regresó, el insomnio, los recuerdos y los llantos aún perduran.

Hoy la gente se suma en el pensamiento, algunos agradecen haber sido rescatados de entre los escombros y tener la oportunidad de abrazar nuevamente a su familia, otros recuerdan a su ser querido… siguen sin dormir.

“Tal vez, te aferraste a la esperanza… tal vez te permitiste descansar en paz. No sé cómo fueron tus últimos momentos de vida, lo que sí sé es cuánto me hubiera gustado que supieras que tu familia, que tus padres, que la nación entera se levantó para ti”.

 

En memoria de Ángel Javier, México abraza a su familia.

Por: Carla Peñafiel

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