CIUDAD DE MÉXICO,- Las drogas inhalables se hallan al alcance de los niños a través de unos marcadores en la papelería, pegamentos o thíner en la tlapalería hasta el barniz de uñas; son substancias que a bajo costo se hallan presentes en productos legales y les convierte en la perfecta droga de entrada.
Nayeli Páez investigadora del Laboratorio Integrativo para el Estudio de Sustancias Inhalables Adictivas del Instituto Nacional de Psiquiatría explica que resulta común ver a las personas en situación de calle ingiriendo drogas inhalables -«mona»- que afecta un 10 por ciento de la población entre 12 y 14 años de edad. Ella se ha especializado en conocer los efectos de estas drogas en los jóvenes así como desarrollar tratamientos que reducirían los daños.
Señala sobre las consecuencias a largo plazo, deterioro cognitivo y conductual que provocan los inhalables que además es la segunda droga más consumida en las secundarias y preparatorias de la capital mexicana. Estudios en el campo de las ciencias sociales apuntan a que cuando los niños tienen mayor poder adquisitivo cambian a drogas como la mariguana o la cocaína, detalla la investigadora.
En sus investigaciones han encontrado que los niños en situación de calle, que son la población de consumo más visual, inhalan las sustancias para no sentir hambre o frío, para quitarse la ansiedad y apagar sentimientos de soledad; además han reportado buscar las alucinaciones que producen.
Sin embargo, en los estudiantes de secundaria y preparatoria, los motivos de consumo son muy diferentes. Este grupo busca experimentar sensaciones nuevas, algo muy característico de la adolescencia. Además, existe una creencia general, entre los niños, de que estas sustancias no hacen daño, pues las consiguen de forma fácil y legal.
“Ahora los chicos que inhalan se han vuelto muy sofisticados, porque ahora mezclan el tíner con algunos aromas, ellos los llaman sabores y puede ser cualquiera: fresa, vainilla, guayaba, en fin. Entonces ese aroma desagradable queda enmascarado con estos aromas agradables, lo que puede alentar a un mayor consumo”, explica la investigadora.
Esto al conjuntarse con situaciones de pobreza, como mala alimentación y falta de acceso a servicios de salud, agrava los deterioros que las sustancias inhalables ocasionan en el cerebro humano. Uno de los efectos más reportados por el consumo crónico de estas drogas es la pérdida de memoria. Las alucinaciones persisten, pero contrario al efecto inicial del consumo, se produce ansiedad y depresión, que eran justo los estados que el consumidor deseaba mitigar.
A nivel de tejidos, el consumo causa un ensanchamiento de los ventrículos cerebrales y ocasiona la muerte neuronal, lo que se va traduciendo en un deterioro cognitivo severo.
Un agravante de estos efectos es el consumo a tan temprana edad, recalca Nayeli Páez. Se sabe que el cerebro no termina de madurar alrededor de los 20 años y esta es una droga que se consume por niños en torno a los 12 años, por lo que el desarrollo de este órgano se ve seriamente comprometido.
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