- Ahí huele a naranjas frescas y hierbas aromáticas, a tacos de carnitas, finos cortes de carne acompañados de tito en copa de vidrio y a mar
Grupos de oficinistas, madres con sus niños agarrados de la mano y dos que tres personas adultas mayores recorren con duda todos los pasillos del mercado de San Pedro de los Pinos, que desde hace más de 60 años ha visto a generaciones de parroquianos que pasan por los alimentos del día.
Los muros pintados y vueltos a pintar dan cuenta del paso de los años, los ladrillos antiguos aún sostienen las cúpulas del estilo de los años cincuenta, todavía existen los típicos puestos de frutas y verduras frescas con la singularidad de que conviven en armonía con una buena oferta gastronómica.
En poco más de la mitad de los locales se ofrecen alimentos preparados con la particularidad de que los puestos hacen olvidar a los comensales que están en un mercado y los transporta a tierras mexicas con sus garnachas, a Argentina con sus cortes de carne, a Japón con sushi fresco, al océano con aguachiles y caldos de camarón.
Destaca la cuidada decoración de cada lugar y la atención de quienes ahí trabajan, el eclecticismo de las sillas y las mesas, la limpieza como reina de todo el lugar, totalmente ajeno al estereotipo de un mercado tradicional de seis décadas de edad.
El chef de Mariscos Altamar, Rodrigo Torres, trabaja en el lugar desde hace 18 años, ha crecido en las calles de San Pedro de los Pinos y ha visto muy de cerca la transformación del mercado, antes era el típico sitio en el que se ofrecían alimentos para ir y “hacer el mandado” con un área designada de comidas que con el tiempo encontró su vocación, alimentar a parroquianos y oficinistas por igual, sin distinción de edad ni de bolsillos, porque ahí, para todos hay.
Mariscos Altamar nació con el mercado que este 27 de julio cumple los 61 años de edad, con el tiempo fue creciendo para pasar de los tradicionales pescados fritos, empanadas y coctailes de pescado y camarón a ofrecer platillos de alta cocina pero a precios accesibles, aunado a que cada cierto tiempo se se incluyen platillos como camarones y ostiones a la Rockefeller y langosta para paladares más exigentes.
Para contentar el corazón al llenar la barriga con unos 150 pesos se come y se come bien, las porciones son muy generosas y recién salidas de la hornilla, aunque hay platillos como el carpaccio de atún y distintos aguachiles de precios más elevados pero bien vale la pena consentir el paladar.
El preferido por los comensales, explicó el chef, es el filete Altamar, que es un corte de huachinango relleno de camarón con verduras bañado en salsa blanca y gratinado con queso manchego.
Los productos, precisó, son en su mayoría mexicanos y se surten donde todo chilango restaurantero que se jacte de serlo, en el mercado de la viga y el de la central de abastos lo que garantiza la calidad de los platillos.
Aunado a que constantemente quienes ahí laboran reciben capacitaciones de manejo de alimentos y salubridad, entre otros; el restaurante, fue de los primeros en entender que con el tiempo también los comensales cambian y no solo buscan alimentar el estómago de cualquier manera sino que consideran la decoración y el servicio.
“Aunque estemos dentro de un mercado tenemos que cuidarlo, el comensal es lo más importante”, señaló.
Se trata de otorgar un plus, “el mercado es muy lindo y comenzaron a meter comida gourmet, luego llegaron los del sushi, luego los de la comida argentina y siempre hay competencia, lo que hace que todos ofrezcamos productos de calidad”.
Así, agregó que aun cuando los restaurantes están al interior de un mercado, los locatarios pronto se dieron cuenta de que no es difícil tener un local agradable a la vista e invierten en buena imagen y buen trato.
Información e imagen: Notimex
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