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México, peligroso para el sacerdocio

México, peligroso para el sacerdocio

MÉXICO.- En México, ser sacerdote se ha convertido en una profesión de alto riesgo. El caso más reciente de violencia contra ellos, tuvo lugar la noche de este domingo, cuando los sacerdotes Alejo Jiménez y José Juárez fueron sacados de su parroquia en la ciudad de Poza Rica, junto a una tercera persona que fue posteriormente ubicada con vida.

Los cuerpos fueron hallados sobre la carretera que une a Poza Rica con Papantla, de acuerdo con un comunicado de la Fiscalía de Veracruz, en el que sólo se publicaron las iniciales de las víctimas.

De esta forma, en los últimos 10 años, 38 curas han sido asesinados por el crimen organizado, convirtiendo a México en el país de América Latina, más peligroso para los religiosos, por delante de Colombia, Brasil y Venezuela, según el Centro Católico Multimedial. Por otro lado y de acuerdo con Nelson Arteaga, sociólogo e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), la mayoría de los 50 curas asesinados desde 1990 en México en esta última década demuestra que los religiosos no han escapado de la violencia que desangra al país desde que, en 2006, el Gobierno lanzó la llamada guerra contra el narcotráfico.



El asesinato de los sacerdotes Alejo Jiménez y José Juárez, tuvo lugar en Veracruz, pero es en zonas rojas como Guerrero o Michoacán donde los curas son más amenazados. Aunque quizás sea el estado de Guerrero, tristemente famoso por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, donde se hayan producido recientemente los crímenes más sonados hacia prelados.

Incluso en la propia Ciudad de México, al menos 400 sacerdotes sufren extorsiones y amenazas.

Los sacerdotes y las religiosas estamos en la mira porque nos hemos metido cada vez más en la crisis de derechos humanos de este país. Estamos acompañando a las víctimas y esto nos hace más vulnerables hacia el crimen organizado y su brazo político», afirma el padre Alejandro Solalinde.

«Te vamos a matar», le mandaron decir a Solalinde, fundador de un albergue de migrantes en Oaxaca, que vive bajo medidas cautelares dictadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) desde 2010 y tuvo que salir temporalmente de México en 2012 tras recibir amenazas de muerte.

Entre los casos más sonados de violencia contra sacerdotes, figura el del padre Erasmo Pliego de Jesús, cuyo cuerpo calcinado fue encontrado en noviembre del año pasado en Puebla, uno de los estados más devotos del país. Unos meses antes, en abril, el padre Francisco Javier Gutiérrez también apareció muerto con un tiro en la cabeza en Guanajuato.



Otro más, fue el del  sacerdote ugandés John Ssenyondo, quien fue secuestrado al salir de una misa en una zona serrana, y sus restos aparecieron en noviembre de 2014 en una fosa clandestina junto con otros 12 cadáveres. Apenas un mes después, en Navidad, el cuerpo del padre Gregorio López fue encontrado con un balazo en la cabeza, tres días después de haber sido secuestrado por un comando cuando estaba en un seminario.

Aunque los curas han sufrido episodios de persecución en México como en la llamada Guerra Cristera (1926-1929), sus crecientes amenazas y asesinatos «nos están hablando de que hay un cambio de valores, una modificación de los referentes que antes se consideraban intocables», estima el investigador Nelson Arteaga.

jcrh