TIJUANA.- Los acontecimientos que se originaron en 1969 con el programa «Operación Intercepción» de Richard Nixon y que arrojaron importantes pérdidas económicas que sufrieron los estados fronterizos de Estados Unidos, parece que se repetirán los hechos con la actitud del muro que pretende construir Donald Trump y que ya ocasionó mal manejo despliegue de recursos federales.
En casi tres semanas que estuvo en operación, se le destinaron cerca de 30 millones de dólares, el objetivo entonces era controlar el tráfico de estupefacientes hacia Estados Unidos. Políticos estadounidenses habrían de confesar que de haber continuado el programa era imposible mantenerlo.
El investigador de El Colegio de la Frontera Norte (Colef), Jorge Bustamante, mencionó que algo similar ocurriría con la construcción del muro fronterizo que pretende realizar Trump y el cual requeriría un importante esfuerzo político y económico del gobierno estadunidense.
“La construcción se ha estimado en más de 20 mil millones de dólares, entonces, para que esto sea aprobado por el Congreso, Trump va a tener que requerir de un esfuerzo político muy grande porque eso va a competir con otras prioridades de sus propias política”, señaló.
“Porque eso va a hacer que entre en contradicción lo que quiere hacer en la frontera y lo que quiere hacer en otros contextos. Por ejemplo, la construcción de obras de infraestructura de comunicación va a competir con el costo de construcción del muro”, dijo.
México y su población no quedaron exentos de una repercusión social que aún perdura hasta nuestros días: el sentimiento antiestadunidense de muchos mexicanos.
“A partir de lo de (Richard) Nixon la relación entre ambos países se ha mermado porque ha provocado un sentimiento antiestadunidense de parte de los mexicanos que no es un sentimiento nuevo, lo hemos tenido por más de un siglo desde la anexión de territorio mexicano por parte de Estados Unidos”, explicó Jorge Bustamante.
A su vez, el artículo del investigador Richard B. Craig, reafirmó que este acontecimiento generó un sentimiento de humillación en los mexicanos, quienes se sintieron ofendidos por el trato que el gobierno, encabezado por Nixon, les daba al considerarlos “traficantes” y “drogadictos”.
Asimismo, el investigador de El Colef y doctor en Sociología por la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos resaltó que esta estrategia provocó también en muchos estadunidenses “la definición de que México es el país enemigo de Estados Unidos y pues esto está aún en la mente de ese público”.
En cuanto a la relación entre ambos gobiernos por esta operación, el artículo del Colmex destacó que si bien en un principio la reacción del Estado mexicano fue tardía, la presión del público y de los medios de comunicación, fue determinante para que este se decidiera a actuar.
Después de esto, se llevaron a cabo reuniones diplomáticas que funcionarios mexicanos sostenían con sus homólogos anglosajones, donde expresaban su preocupación de que este hecho pudiera mermar las relaciones entre ambos países.
Esto, de acuerdo con el artículo “Operación Intercepción: una política de presión internacional”, generó que en un punto del debate, el Departamento de Estados estadunidense volteara a ver el problema y se mostrara dispuesto a entablar conversaciones respecto de una política antidrogas que no dañara el aspecto económico.
No obstante, fue aquí cuando también salió a relucir que este programa fue una política unilateral por parte de Estados Unidos de la que el gobierno mexicano sabía muy poco.
La “Operación Intercepción” culminó con una carta que Nixon envío al entonces presidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz, en la que aseveró que dicho plan jamás pretendió dañar a México y en la cual estableció el fin de dicha política.
Entre los aspectos positivos de esta iniciativa está el propiciar que el gobierno mexicano volteara a ver el problema de la delincuencia organizada y que ambos países trabajaran, desde entonces, en coordinación en políticas antidrogas.
No obstante, a la par de estas cuestiones, este hecho histórico dejó al descubierto el aprendizaje por parte de los estadunidenses, de mantener una estrecha relación en materia fronteriza con México, para evitar repercusiones que podrían hacerles más daño a ellos que a sus vecinos.
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