* Las protesta de los “chalecos amarillos” en contra de la política fiscal y social del presidente Macron han desatado el caos en Francia; estas son las historias de los «chelecos amarillos»
Obrero, pequeño empresario, militante anticapitalista, jubilado. Vistiendo con el emblemático chaleco amarillo fluorescente, salieron otra vez el sábado a las calles en Francia para expresar su ira.
Sus perfiles son diferentes pero lo que los une son sus reivindicaciones por una mayor justicia social.
Tim Viteau, 29 años, desempleado
Viteau, que participó en la manifestación sobre la famosa avenida parisina de los Campos Elíseos, se define como «patriota», de su mochila cuelga una bandera francesa y explica que llegó la capital haciendo autostop desde Lyon (a unos 500 km al sureste de París) a manifestar por tercer sábado consecutivo.
Trabajó durante 10 años como mesero. «Ahora estoy en el Pôle Emploi (agencia nacional de empleo, NDLR), la primera empresa de Francia», ironiza. Explica que le han propuesto trabajos de 1.200 euros, y que él y su compañera se vieron obligados a dejar su apartamento y volver a vivir en casa de sus padres porque no podían seguir pagando su alquiler.
«Estamos como cuando teníamos 16 años…», confiesa lamentando que no puede tener más de 4 meses de visibilidad en su vida. «¿Cómo podemos tener hijos? Yo también quiero niños», dice.
Hubert Bertrand, de 53 años, jefe de una pequeña empresa en su edificio:
Vino con su hijo de 8 años a la manifestación de Marsella (sureste), señaló que los «dirigentes (franceses) están totalmente desconectados de la realidad». «Tendrían que ser los empresarios, los comerciantes, los artesanos quienes puedan dirigir el país».
«Habría que instaurar una VI República sin renovación de mandatos, sin acumulación y reducción de mandatos».
También reclama una baja drástica de las cargas sociales para las empresas, que le permitiría a alguien como él aumentar los salarios de sus empleados.
Este pequeño empresario explicó que siempre se abstuvo o votó en blanco en las elecciones.
Alice T. 31 años, militante anticapitalista
«París exuda miseria… La moda es un consejo de guerra», canta Alice T., acompañada por el sonido de una banda de «músicos ciudadanos». Delante de ellos, flota la bandera roja y negra del anarcosindicalismo mezclado con una bandera amarilla.
Esta militante anticapitalista de 31 años, que viajó desde Aveyron (sur) para participar con su compañero en una manifestación parisina, se conoce de memoria la letra de «La semaine sanglante», canto revolucionario de la Comuna de París (1871).
Anticapitalistas, sindicalistas del movimiento «Solidaires», antifascistas, comunistas, desfilaron en un barrio de la Ópera con tiendas cerradas y rodeados por cordones policiales, detrás de una gran pancarta que decía «Justicia social o guerra total».
«No es un problema de gobierno, es un problema de lógica política, capitalista y liberal», estimó Alice, coordinadora de planes vacacionales.
La diversidad política del movimiento, que cubre todo el arco político desde la extrema izquierda a la extrema derecha, no le causa problema.
«Nos da igual que sean de izquierda o de derechas. En primer lugar, que se vayan todos, después veremos», agrega. «La cuestión es cómo convertirlo en un movimiento político y ciudadano para todos (..) Es necesario que los sindicatos llamen a la huelga general».
Tony Vella, 32 años, albañil
Este albañil que vive en Poissy, cerca de París, vino a manifestarse en los Campos Elíseos, pero fue parado por la policía en uno de los tantos controles que se hicieron en el centro de la capital. Junto a otras cinco personas, entre ellas una señora mayor, fueron sentados en la acera con las manos en la nuca y luego lo dejaron partir.
«Tengo dos niños. Lucho por ellos y vivo con lo justo», explica.
«Macron, es un dictador», dice antes de enumerar las reivindicaciones que a su juicio son las más urgentes: «Bajar los impuestos, disminuir el número de diputados y senadores y hacer referéndums para que podamos expresarnos».
«Estas personas ahí (los políticos) están desconectados», agregó Tony, que gana 1.800 euros brutos por mes y dijo que no votó el año pasado cuando ganó Macron.
Maryline, 70 años, jubilada
Llegó a la manifestación con su esposo provenientes desde Niza (sureste), Maryline cantó el himno nacional, la Marseillaise, junto a los demás manifestantes y al unísono pidieron la renuncia de Macron.
Los jubilados representan una parte importante del movimiento de los «chalecos amarillos», superados por el reciente aumento de sus impuestos.
«Vine con mi esposo. Nos jubilamos hace tres años, la pensión congelada» pero un impuesto general para financiar la protección social sí subió.
«Pagamos durante 40 años y tenemos derecho a vivir de otra manera. No estamos de acuerdo con la manera como el presidente (Macron) considera a los franceses. Es irrespetuoso e incapaz de hacer un gesto incluso en estos periodos festivos».
Información e imagen: AFP
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