Se dice que la cerveza fue desarrollada por los antiguos pueblos elamitas, egipcios y sumerios, podría decirse que casi todos los pueblos de la tierra han elaborado bebidas alcohólicas desde los tiempos prehistóricos, empleando materias azucaradas, miel, zumos de palmeras o de pitas, frutos, leche, etc.

Como la cerveza es una bebida ligeramente alcohólica, resultante de la transformación en azúcar de almidón que contienen los granos de ciertos cereales, especialmente la cebada y de la transformación del azúcar en alcohol después de la agregación de los principios aromáticos y amargos del lúpulo.

Tal vez debido a este hecho, los mexicanos han decantado su gusto por la cerveza de tal manera que ya compite de manera reñida con la ingesta de leche fluida. Por esta razón el consumo per cápita de cerveza pasó de 50 a 60 litros anuales en los últimos diez años, el de leche se ubica entre 55 y 65 litros, según datos obtenidos de la Cámara Nacional de Industriales de la Leche (Canilec)

La popularidad de la cerveza se debe a que la gente adquiere cada vez más conciencia de los beneficios que tiene beberla con moderación, señaló Maribel Quiroga, directora de Cerveceros de México.

“La cerveza tiene 90 por ciento de agua, tiene nutrientes, vitamina D, fibra, ácido fólico, tiene un montón de cosas que otras bebidas alcohólicas no te proporcionan”, dijo. Frente a estas virtudes el segmento de los millennials se inclinan por esta moda y se considera que hay amas de casa quienes han mostrado su interés hacia este sector.

En materia de leche existe una marcada inclinación por consumirla en productos derivados y procesados, no tanto para ingerir, bajo este contexto el consumo de litros anuales per cápita se ubica en los 130 litros anuales. Y aunque los ganaderos se aferran a su producto, leche fluída, el acceso a los productos lácteos se inclina a queso, yogurt y otros derivados.

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