(video) Lecumberri, el "Palacio Negro" | Digitall Post : Digitall Post
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(video) Lecumberri, el «Palacio Negro»

(video) Lecumberri, el «Palacio Negro»

CIUDAD DE MÉXICO.- El presidente Luis Echeverría dijo “¡hasta aquí!”, e instruyó inmediatamente a su subsecretario de Gobernación, Sergio García Ramírez, para que cerrara Lecumberri.

Echeverría detestaba el Palacio Negro. La fuga del narcotraficante Alberto Sicilia Falcón y sus secuaces, ocurrida el 26 de abril de 1976, aceleró el desalojo de la Cárcel Preventiva del Distrito Federal, que había funcionado por más de 75 años.



No fue difícil convencer al Presidente, porque ya estaba convencido, pero la circunstancia se aceleró cuando ocurrió una fuga muy aparatosa de un grupo de internos, fue algo muy espectacular, conmovió mucho a la opinión pública y provocó un cierto escándalo, un malestar intenso y, entonces, el Presidente dijo ‘¡hasta aquí!’”, recuerda García Ramírez, a quien tocó cerrar de manera definitiva el Palacio Negro, el 26 de agosto de 1976, según publicó el sitio web de Excelsior.

Echeverría ya no quería saber nada de aquel lugar, que seguía simbolizando la represión política y el infierno carcelario. Que odiaba el lugar, se lo dijo a un grupo de especialistas que se reunió con él en Los Pinos para pedirle que detuviera la destrucción del viejo edificio de San Lázaro: “Detesto Lecumberri, pero, si ustedes que saben dicen que hay que conservarlo, conservémoslo”, registró el historiador Jorge Alberto Manrique.

La vida de Lecumberri había llegado a su fin. “El momento en que pudo haber funcionado adecuadamente como penitenciaria había quedado atrás, su mejor momento fue, evidentemente, el de sus primeros años. Con Lecumberri no era posible desarrollar un sistema carcelario adecuado, moderno, digno y funcional y, por eso, lo más indicado era relevarlo, inclusive por la ubicación”, agrega García Ramírez en entrevista con Excélsior. Él, junto a otros abogados, se había encargado de documentar las condiciones que lo convertían en un lugar inviable.

La prisión se había convertido en cárcel preventiva en 1957 cuando la sustituyó la Penitenciaría del Distrito Federal (Santa Marta). En diferentes estados del país comenzaron a surgir intentos de reorganización carcelaria y se llevaron a cabo diferentes estudios. “El gran pendiente seguía siendo Lecumberri, ya había una gran penitenciaria y una cárcel para mujeres, previamente construidas, pero seguía estando Lecumberri”, señala.



El nuevo diseño del sistema penitenciario para el DF se aceleró a partir de 1974, cuando quedó definido con una red de reclusorios en los cuatro puntos cardinales de la ciudad (norte, sur, oriente y poniente), además de un Centro Médico de los Reclusorios. García Ramírez formaba parte del comité técnico que asesoraba el proyecto junto a otros penitenciaristas como Alfonso Quiroz Cuarón y Victoria Adato Green. Al frente de la construcción quedó la Dirección de Obras Públicas del DF, que encabezaba Joaquín Álvarez Ordoñez. Sólo faltaba clausurar el Palacio Negro.

Muy pocos años Lecumberri tuvo un ordenado control de sus espacios. Cada rincón se fue modificando de acuerdo con las necesidades del momento. En los últimos años de su vida, la Cárcel Preventiva del Distrito Federal conservaba 13 dormitorios, o crujías, diferenciados con letras.

La estrella de siete brazos, el edificio principal del panóptico, estaba integrado por las crujías que iban de la A a la G. Sin que existiera rigor sobre la forma de ir acomodando a los reos, en la crujía A se hacinaban los reincidentes de robo. En los últimos años de Lecumberri había ahí más de 250 internos.

En la crujía B pernoctaban los comisionados en oficinas y que, por tanto, recibían ciertos privilegios, así como otros reos a los que se les imputaban diferentes delitos que no estaban plenamente definidos. En el costado opuesto estaba el dormitorio C, que ocupaban los llamados agitadores de estudiantes, ahí también estuvieron, anteriormente, los acusados por delitos sexuales.

La clasificación de los delitos en Lecumberri era poco clara: en la crujía D se apretujaban los internos por homicidio y delitos de sangre, aquellos cometidos contra la integridad corporal como lesiones, homicidios o aborto. Más adelante se ubicó la crujía E, que estaba destinada a los acusados de asalto y robo de primer ingreso, y posteriormente existió la F, que ocupaban los internos por delitos contra la salud. Cerrando el cuerpo principal del edificio existía la crujía G, la cual estaba destinada a “obreros, trabajadores de diferentes delitos”.

La crujía I era la más codiciada, en ella vivían los internos “distinguidos o especiales”, aquellos que siempre tenían posibilidades de pagarse una celda individual y más cómoda. El dormitorio generalmente permanecía por debajo de su capacidad, en espera de nuevos inquilinos con la suficiente capacidad económica para pagarse su costo.

El dormitorio L era para los internos acusados de fraude, abuso de confianza u otros similares, y, mucho más atrás, se encontraban las crujías circulares. Estos espacios, construidos con gruesos muros sin techumbre y vigilados por un pequeño torreón, eran denominados crujía M, destinada a los “agitadores”, y dormitorio N, que ocupaban los “antiguos agitadores”. Más de un expresidiario coincidió en que se trataba de áreas de castigo, principalmente para presos políticos.

Un dormitorio más era el denominado O, el cual estaba ocupado por “terroristas, asaltabancos y algunos internos peligrosos”. La crujía H también existió, pero por ser la de “turno de 72 horas”, pasaban por ella todos y cada uno de los nuevos reos, en espera de la definición de su situación jurídica.

Los planes para construir Lecumberri comenzaron en 1881; el gobierno del Distrito Federal comisionó para formular el proyecto a José Ives Limantour, Miguel Macedo, Joaquín Alcalde y Luis Malanco. El sistema progresivo de reclusión, dividido en tres etapas (aislamiento celular diurno riguroso que incitara a la auto reflexión; un periodo de vida común en el día ocupándose del trabajo y la escuela y aislamiento nuevamente por la noche), así como la arquitectura de tipo panóptico, prevalecieron en la concepción de la construcción de la Penitenciaria del Distrito Federal.

El Palacio Negro se levantó de acuerdo con las normas del Código Penal de 1871 y a cargo de su construcción estuvo el arquitecto Antonio Torres Torija (director de Obras Públicas bajo el porfiriato) con la dirección de obra del ingeniero militar, Miguel Quintana, quienes se basaron en un proyecto anterior de Lorenzo de la Hidalga, el mismo que confeccionó el pedestal de la escultura de El Caballito.

Con un costo de dos millones 396 mil 914.84 pesos, el edificio fue concluido en 1897, pero debió esperar algunos años para funcionar. Con el  fin de evitar inundaciones se concluyó primero la construcción del Gran Canal de Desagüe con el que el Palacio de Lecumberri comunicaría sus alcantarillas. En 1900, cuando Porfirio Díaz inauguró el edificio el 26 de septiembre, la Ciudad de México contaba con 600 mil habitantes y la prisión podía albergar hasta mil 200 reclusos.

con información de agencias

jcrh