Enrique Peña Nieto, presidente de México, se debilita en su quehacer político cada vez más y en ese andar, el contagio es directo para el contexto nacional.
Es eficaz la percepción de que Peña Nieto está a punto de tirar la toalla, sino es que ya la tiró y que pretende seguir el resto de lo que queda de sexenio en automático. Eso del quehacer de gobernar y recibir mayor número de críticas negativas que en positivo, lo está agobiando.
Preguntarnos en dónde está el piloto, es un lugar común. Tal vez suene fuerte señalar la debilidad política de un mandatario, pero es cierta y a la vez angustiosa.
Peña Nieto llegó con tantos bríos a su mandato –aunque cuestionado por evidencias multicitadas de la compra rapaz del voto a su favor–, que muchos le creyeron al menos, que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), sí podría haber llegado a Los Pinos para quedarse más de un sexenio, pero todo indica que eso no es del todo seguro por dedicarse como siempre a los negocios cupulares y olvidarse de cumplir con las promesas de desarrollo nacional y bienestar social.
La debilidad del mandatario se ha palpado en cada tramo de su ejercicio de gobierno también con un desdén ante los eventos que requieren de entrada su rápida atención y responsabilidad a título institucional, aun cuando todos supiéramos que él tiene a su mando toda una estructura bajo su mando y supuestamente al servicio de la nación.
Desatendió Ayotzinapa y lo dejó pasar primero como un caso local, luego estatal y le estalló en la misma Presidencia aunque mediáticamente trasladaran el asunto a Los Pinos, que en sustancia, no es lo mismo.
De igual forma, prefirió seguir su camino a Francia y dejar que sus funcionarios balbucearán con las absurdas explicaciones de una segunda fuga penitenciaria e inadmisible, del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera.
Ahora varios sectores de la población toman las calles para protestar en diversos puntos del país –ya no sólo los maestros que se oponen a la reforma educativa y que no todos son disidentes–; se contabilizan muertos, heridos, zonas sitiadas, rebelión y enojo por un Gobierno que sólo aplica la represión e igual, Peña Nieto se ve y se siente ausente.
Tanto, que en lugar de tomar las riendas del país, ahora ha decidido aceptar la invitación a Cuba, para atestiguar la firma de los acuerdos de paz entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y cancelar incluso su asistencia previamente confirmada a la clausura de la Reunión Ministerial de Economía Digital 2016 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que se desarrolla en Cancún, Quintana Roo.
Qué cierto: Si al presidente le va bien, al país le va bien.
Acta Divina… “El anhelo latinoamericano de vivir en una región libre de conflictos armados da hoy un gran paso adelante. ¡Felicidades Colombia!
Para advertir… En Colombia se realizó mucho, pero mucho trabajo político.
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