Política a la Mexicana: el poder del Presidente | Digitall Post : Digitall Post
Colaboradores el-poder-del-presidente jornadas-de-remembranzas mes-de-la-patria politica a la mexicana septiembre

Política a la Mexicana: el poder del Presidente

Política a la Mexicana: el poder del Presidente

Los días pasados del mes de septiembre, del llamado mes de la patria, se nos convirtieron necesariamente en jornadas de remembranzas, de tiempos idos, de épocas que se fueron y creemos que para bien, de lo que era ese mes en el calendario político del país. Comenzaba con el día 1 del mes que era el llamado Día del presidente, con su boato y magnificencia que iba desde el informe presidencial hasta el besamanos en Palacio Nacional, para pocos días después conmemorar solemnemente la gesta de Los Niños Héroes. Posteriormente correspondía festejar La Independencia Nacional con el tradicional Grito y su suntuosa recepción. El 16 era ocasión del  magno desfile militar y el posterior saludo al Primer Magistrado de la Nación por parte de la cúpula militar y política. Un año del sexenio el presidente se trasladaba a Dolores Hidalgo para celebrar ahí las festividades con  casi  el mismo esplendor. Era en realidad el mes del presidente por que durante todo ese tiempo El Ejecutivo exhibía y ostentaba de manera visible todo el poder del que estaba investido y la deferencia y respeto que se le otorgaba.

Se dirá que las cosas no han cambiado que siguen realizándose las mismas ceremonias. Es verdad, pero su solemnidad y el ritual con que se celebran han cambiado enormemente: Ya no acude el presidente a leer su informe a la Cámara de Diputados y a recibir aplausos interminables de los legisladores de su partido; ahora lo envía por conducto del secretario de Gobernación y no hay aplausos. Se acabó el famoso y folclórico besamanos con todo y sus grandes empujones y aplastamientos para saludar al Jefe. Hasta el evento que habían inventado los panistas para agasajarse en ese día y que Peña Nieto revivió con éxito ha sido sustituido por un aburrido encuentro con jóvenes que hace ver a la soporífera Hora Nacional muy divertida. Lo de los Niños Héroes se volvió en algo intrascendente y la gran recepción después del Grito ya no existe, con lo que se acabaron las refinadas y exclusivas comilonas acompañadas de finos vinos y licores  que se servían a los invitados Ahora permitieron la entrada posterior al evento a gente de a pie. Todos estos cambios son, de alguna manera, reflejo de la pérdida de poder que ha sufrido nuestra sagrada institución: el Presidente de la República.

En pocos lugares del mundo han existido presidentes tan poderosos y respetados como en México donde no solo son  jefes de Estado y jefes de gobierno. La Constitución les otorga  facultades muy amplias y variadas, además de las que Jorge Carpizo llamó meta constitucionales  que son aquellas que el sistema político les ha concedido al margen de Ley. El poder lo han ejercido sin límites y casi siempre sin recurrir a la fuerza del Estado. A Miguel Alemán lo acompañaba siempre su agradable sonrisa, pero nadie le disputaba la supremacía a la hora de tomar decisiones. De Don Adolfo Ruiz Cortines se dice que nadie ha mandado tanto como él, que “En su tiempo no hubo otra parroquia donde se oficiara, más que la de él”. López Mateos tenía tiempo para viajes y viejas, pero le dedicaba lapsos más grandes al ejercicio del poder. Díaz Ordaz y Echeverría lo ejercieron sin límites y solo a don Luis le salió la criada respondona en el caso de Don Jesús Reyes Heroles y la sucesión en el gobierno de Veracruz. López Portillo, dígase lo que se diga, siempre impuso su autoridad y si no que se acuerden de sus últimos tres meses en el mando. Don Miguel De La Madrid tampoco se limitó, aunque fue sintomático de lo que vendría el caso de la Corriente Democrática que encabezo Cuauhtémoc Cárdenas y que no pudo impedir ni el presidente. Aunque ya estaban cambiando los tiempos, Carlos Salinas hizo un gobierno fuerte en que fue el Pontificex Maximus y pudo retener el poder para él y para el PRI.



Las cosas de plano cambiaron con Ernesto Zedillo al perderse la mayoría absoluta en La Cámara de Diputados y al alejarse del partido aplicando La sana distancia, lo que le costó que no pudiera dejar libremente a su sucesor por los candados que le aplicaron los priistas a los estatutos del tricolor. Zedillo fue el primer presidente al que zarandearon los medios ilimitadamente (¡imagínese si hubieran existido las redes sociales!) y tuvo que inventar una salida poco eficiente para la sucesión presidencial. Con don Ernesto se acabó lo que Krauze llamó la Presidencia Imperial y no estamos seguros de que así lo haya planeado el presidente. Con el arribo de la alternancia y de Vicente Fox, las cosas no volvieron a ser lo mismo. Hay que reconocer que Fox no entendía  para que era el poder y, en consecuencia, no lo pudo operar. En su gobierno cada jerarca mandaba en su propia parcela, no pudo impedir que Calderón se le saliera del huacal y la sucesión se le fuera de las manos, por más que en el PAN se opere con un manual distinto. Todavía permitió la ignominia de los diputados de la izquierda que no le permitieron la entrada al Congreso a rendir su último informe. Felipe del Sagrado Corazón de Jesús apenas pudo entrar a la Cámara para rendir la protesta de ley y su gobierno se la paso vestido de militar, aguantando críticas al por mayor en los medios y en las incipientes redes sociales. No pudo obtener la candidatura panista para su tocayo Ernesto Cordero y en su partido tuvo menos fuerza que un Tehuacán sin gas.

Con ese marco de referencia inmediato, llegó a la presidencia Enrique Peña Nieto y sus primeras acciones fueron impecables, incluyendo su  impoluta toma de posesión desde la media noche y los relevos en los mandos institucionales. Pero el daño ya estaba hecho, ni el Pacto Por México ni las subsecuentes reformas estructurales realizadas lograron apaciguar los ánimos negativos de las gentes. Si a eso le agregamos los múltiples desaciertos  cometidos por el gobierno, las respuestas tardías a los problemas, la Casa Blanca, Ayotzinapa, Nochixtlán, la innecesaria iniciativa sobre el Matrimonio Igualitario, la invitación a Trump  y sobre todo el juicio “certero” de los millones de reconocidos politólogos que integran las nefastas redes sociales, han hecho no solo que los índices de popularidad del presidente sean muy bajos sino que la figura presidencial haya perdido dignidad y respeto. Solo así se entiende que existan grupúsculos de extremistas como los que marchaban gritando “¡Fuera Peña! ¡Muera Peña!, sin tener idea de las consecuencias de lo que pedían. Unos cuantos gritones apoyados por las redes logran legitimar cualquier protesta ciudadana por mas absurda que sea. Ojalá las compararan con auténticas manifestaciones como las recientes en Barcelona, Rio de Janeiro, Caracas o en Paris.

No se puede tapar el sol con un dedo; la institución presidencial y el presidente Peña van a la baja y apenas hay tiempo de enderezar el barco. Decía el viejo político Manuel Bernardo Aguirre que los presidentes priistas tienen dos sostenes reales: el partido y el ejército. Hay señales muy claras de descontento en  el PRI, empiezan a gestarse pequeñas rebeliones y ya circula una carta que busca imponer controles al poder del presidente dentro del partido, es decir a impedir que la futura candidatura priista a la presidencia la decida solo el actual mandatario. A esto no ayuda la designación que se hizo a favor de Enrique Ochoa para ocupar la presidencia del PRI, hombre preparado pero distante de la militancia tricolor y que no ha logrado impactar a los priistas ni a la ciudadanía en general; la última fue el cuasi round que se quiso echar con “el Peje” y que apenas iniciaba cuando abandonó el cuadrilátero. Con el Ejército se cuenta todavía, pero más vale que sea su partido el que lo apoye ilimitadamente.

Nos tocó ser la última generación que tuvo un presidente de peso completo, que todo lo podía,  al que nadie tocaba y poco se le cuestionaba. Hoy vivimos otra realidad  que demanda nuevos paradigmas y no lo extrañamos ni remotamente como era. Quizás estamos viendo en México el fin del presidencialismo y el nacimiento de otras formas de gobierno en nuestro país como el parlamentarismo. Hay quien suspira por los gobiernos de coalición y otras modalidades. A mí me sigue gustando el sistema presidencial, claro acotado y bien supervisado por un legislativo responsable. Lo ocurrido en España recientemente me ha puesto a pensar lo que sucedería aquí con el mal humor prevaleciente y con redes sociales protegidas por el anonimato y totalmente fuera de control.