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Política a la Mexicana: Pero qué necesidad

Política a la Mexicana: Pero qué necesidad

La semana pasada había estado llena de noticias preocupantes para los habitantes de esta sufrido país; la tragedia que dejo el huracán Earl con sus más de cincuenta muertos y los millones de pesos en daños en zonas ya de por si deprimidas, y si el agua hizo estragos, la sequía de medallas en las olimpiadas de Río nos aumentó la depresión colectiva que padecemos, aunque otros lo llamen humor social. Los maistros continuaron con sus vandalismos y tomas de casetas de peaje en Oaxaca, Chiapas y Guerrero y todavía les otorgaron la libertad condicional a sus impolutos líderes Francisco Villalobos y Rubén Núñez.

Para corresponder a las autoridades los maistros anunciaron que no permitirán el inicio del nuevo ciclo escolar hasta que no se derogue la Reforma Educativa. También se nos anunció la aparición de otro departamento en Miami de la señora Angélica Rivera, aunque en este caso no fueron muy creíbles las pruebas presentadas. Andrés Manuel presentó la 3 de 3 que más bien resultó “La nada de nada” y todavía se indignó con “La Mafia en el Poder” por qué nadie le creyó lo manifestado.

Con tan estimulantes noticias no creíamos que ocurriera algo adicional, pero hete aquí que nos faltaba una que, por el rumbo en que ocurrió, no estamos acostumbrados a recibir ya que no es común que a México se le acuse de injerencista. Resulta que en la sesión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) nuestro representante, Luis Alfonso De Alva , criticó la destitución de 28 diputados nicaragüenses opositores a su gobierno ya que, dijo De Alba, “medidas como esa debilitan y prácticamente neutralizan” a la oposición del país centroamericano de cara a las elecciones presidenciales de noviembre próximo. Vale la pena recordar que un grupo de legisladores norteamericanos, solo unos días antes, había hecho severos cuestionamientos a la defensa de los derechos humanos en nuestro país y que también Amnistía Internacional había hecho lo propio.



El embajador De Alba, quien lucía una poco atractiva guayabera que contrastaba con el atuendo formal de los demás asistentes al Consejo Permanente, agrego que “En el marco de respeto a la soberanía de Nicaragua…. Expresamos nuestra preocupación por el impacto que esas medidas tienen”. La respuesta no se hizo esperar; el embajador nicaragüense, Luis Exequiel Alvarado, en tono muy molesto y alterado considero que los comentarios de nuestro embajador eran injerencistas ya que llevaba indebidamente los asuntos internos de su país al seno de la OEA. Lo mejor del enfado nicaragüense vendría después cuando dijo que “Es inadmisible esta conducta injerencista….A Nicaragua también le preocupa, como dice Amnistía Internacional, que en México persista la impunidad por violaciones graves de derechos humanos, las desapariciones, las amenazas contra periodistas. Con que autoridad viene entonces México, primero se ordena la casa y después se va a ver el vecindario” Lo expresado por Alvarado caló hondo en la asamblea y no nos dejó muy bien parados que digamos y con el interrogante de si era necesario el comentario mexicano.

Durante muchos años México tuvo en la llamada Doctrina Estrada una herramienta que lo mantuvo, casi siempre, ajeno a problemas como el aquí descrito. Se atribuye la autoría de la misma al secretario de Relaciones del gobierno de Pascual Ortiz Rubio, don Genaro Estrada, quien la expuso en 1930 ante la Sociedad de Naciones. Dicha doctrina se fundamenta en los principios de Autodeterminación de los Pueblos y en la No Intervención en los asuntos internos de otros Estados. En pocas palabras, la Doctrina Estrada esgrime que no se debe juzgar, ni para bien ni para mal ni a los gobiernos ni los cambios en el gobierno de otras naciones porque implicaría una intromisión en su soberanía. Nuestra cancillería hizo casi un dogma de fe de la doctrina, no obstante en muchas ocasiones no la tomó en cuenta, pero la globalización y los cambios de nuestros días la hicieron obsoleta. Aunque sufrió infinidad de excepciones se siguió aplicando hasta el gobierno de Vicente Fox en la que su canciller, Jorge Castañeda, imprimió cambios radicales en la política exterior. Debo decir que soy casi un neófito en esta materia, soy un aprendiz en el internacionalismo, pero creo que la” Doctrina Castañeda” propugna que México sea activo en la defensa de la democracia y que este activismo mexicano se justifique en que si no participa enérgicamente en el mundo internacional, otros países lo harán.

Lo acontecido en la asamblea de la OEA nos preocupa, pues la actual canciller, Claudia Ruiz Massieu, ha sorprendido a propios y extraños con su desempeño. Pocos lo auguraban éxito en la conducción de la Cancillería, donde se manejan múltiples tendencias e intereses, pero las cosas, salvo casos de excepción, le han salido. Realiza una labor infatigable que la ha llevado a todo el mundo atendiendo los intereses del país. Recientemente ha estado yendo con muchísima frecuencia a los Estados Unidos para mantener presencia de México con los paisanos que se han visto amenazados por los planteamientos del ogro Trump. Es decir, es un área de la administración Peñista que no daba problemas. La imagen del presidente Peña y la de México en el exterior no es la ideal por lo que deberíamos de abstenernos de meternos en lo que poco nos involucra. Daniel Ortega es un dictador bananero más y poco lo ayuda el matriarcado de su esposa, Rosario Murillo, quien también nos tundió posteriormente, pero no vamos impedir sus fechorías políticas exhibiéndolo de la forma tan incongruente como lo hicieron sin que paguemos un precio innecesario.

Aquí, hace poco, aplaudimos la actitud de Peña Nieto de no agredir a Donald Trump durante su reciente visita a la Casa Blanca. El presidente Obama no le pudo dar mejor oportunidad de atizarle golpes que quizás le hubieran aplaudido algunos, pero nosotros creemos que hizo lo correcto al señalar, en ese momento, que “trabajaré con quien gane y acordaremos una agenda constructiva”. Por eso es que no es coherente ni sensato abstenernos de opinar de Trump y sí en cambio madrear en la OEA a Daniel Ortega. A veces deberíamos utilizar más frecuentemente a la anciana Doctrina Estrada y aprovecharnos de sus bondades que a lo largo de su vigencia nos ha servido tanto para no meternos en problemas.



jcrh