CIUDAD DE MÉXICO.- El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Lucas.
En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudinaria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria – anamnesis – de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.
¿QUÉ RECORDAMOS?
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Sucedió el domingo anterior a su muerte. Fue una entrada grandiosa y al mismo tiempo, humilde. La ciudad estaba llena de peregrinos para celebrar la pascua judía. Una gran multitud rodeó a Jesús y con ramos de olivos y palmas en las manos, lo acompañó en su entrada en la ciudad, entre cánticos y exclamaciones. Muchos lo seguían con fe y esperanza.
El olivo es el árbol típico de la región donde vivió Jesús. Por eso los habitantes de Jerusalén salieron al encuentro de Jesús con ramos de olivo.
¿CÓMO SE CELEBRA ESTE DÍA?
La Misa de este día tiene dos momentos importantes: la procesión y bendición de los ramos y la lectura de la Pasión.
Los ramos benditos se llevan a la casa como signo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda. Se colocan sobre un crucifijo o cuadro religioso y es un sacramental, o sea nos recuerdan algo sagrado. Nos recuerda que hemos aclamado a Jesús, nuestro Rey y que lo seguimos hasta Su Cruz y que durante el año los seguimos aclamando resucitado.
jcrh