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¡Ejercítate mientras estás sentada!

¡Ejercítate mientras estás sentada!

MÉXICO.- Después de mucho tiempo que acostumbras a pasar gran parte del día sentada, el cuerpo se va entumeciendo, aparecen los dolores de cuello y espalda, se alenta la circulación y de desencadenan una serie de consecuencias que deterioran al cuerpo poco a poco. Pero ¡tenemos la solución! Puedes intentar revertir esta situación ejercitándote desde tu puesto de trabajo o simplemente al salir o al llegar a casa.

Para empezar, cada 45 minutos o una hora puedes programar una alarma para que te recuerde que llevas mucho tiempo concentrada y sin moverte y es hora de hacer tus ejercicios. Sí, allí mismo, frente a tu escritorio. ¿Te da vergüenza por tus compañeros? No te preocupes, Ellos tomarán tu ejemplo, ¡están en tu misma situación!

Vamos a comenzar con las cervicales y los hombros:



Comienza diciendo “no” con la cabeza, mirando hacia un lado y el otro. Debes hacerlo lento, si puedes cerrar los ojos mejor aún. Hazlo entre 5 y 10 veces, respira lenta y profundamente, sólo concéntrate en tu cuerpo.

Siguiendo la misma idea ahora di “sí” mirando hacia el techo y hacia el piso.

Ahora inclina la cabeza, de modo que tu oreja izquierda se acerque a tu hombro izquierdo y luego la derecha al derecho. Evita subir los hombres y repite varias veces, sigue lento y fluido. Notarás que los músculos se van aflojando. Si sientes dolor hazlo suave, no busques ir más allá de lo que resulta placentero.

Vas a unir todos los movimientos anteriores para hacer un giro completo, imagina que dibujas un círculo en el aire con tu nariz, eso evitará que lleves la cabeza hacia atrás y lastimes tus cervicales.



¿Cómo te sientes? Moverse es vital y necesario… ¿Lo notas?

Continuamos con los hombros. Eso ayudará al músculo trapecio, el protagonista de las molestias cervicales, a relajarse en movimiento:

Estira tu codo y levanta un brazo a la altura del hombro, como dibujando una “t” con tu cuerpo. Empieza a realizar círculos hacia un lado y el otro. Recuerda hacerlo suavemente suave, no es necesario hacer fuerza, es solo movilidad. Luego el otro y finalmente los dos a la vez.

Con los brazos en la misma posición junta y separa las palmas, varias veces, hacia arriba y hacia el frente.

Levanta ambos hombros como diciendo “¡Qué me importa!”.

Inclínate a un lado y al otro, como si quisieras levantar un objeto del suelo, la columna se flexionará lateralmente como si fuera un junco.

Ahora rota tu tronco mirando hacia atrás, girando con toda tu columna, hacia un lado y el otro. Los brazos acompañan.

Apóyate en el borde de la silla, deja los brazos flojos y lleva el mentón hacia el pecho. Ahora haz caer la cabeza hacia adelante. Su peso te dejará inclinar todo lo lejos que tu flexibilidad permita. La columna está ahora con todas sus vértebras separadas, colgando, estirándose y liberando zonas de tensión. Quédate unos segundos ahí y mete el ombligo lo más que puedas. Al subir hazlo lento, como si te desenrollaras. El mentón sigue pegado a tu pecho, la cabeza será lo último que subirás… ¿Se siente bien, no es cierto?

¡Con tan poco has hecho muchísimo! Solo necesitas una silla, ganas de moverte y, con poco tiempo, obtendrás muy buenos resultados.

con información de agencias

jcrh