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- La reciente prohibición a los cruceros norteamericanos de viajar a La Habana tiene a Cuba desolada, se multiplicaron las sanciones contra la isla
Su espléndido Ford convertible rojo y blanco de 1934 brilla bajo el sol, pero ningún turista lo alquila Cuba se encuentra desolada.
La reciente prohibición a los cruceros norteamericanos de viajar a La Habana dejó a mucha gente sin trabajo.
«Estamos aquí, parados como ven, todos estos vehículos, que (…) en un día normal, estuvieran casi todos trabajando», explica este chófer de 37 años y añade que lleva así «varios días».
A su lado, decenas de colegas ociosos charlan sentados en un banco o tratan de atrapar a los turistas: «¿Un taxi, princesas?», dice uno de ellos al paso de dos mujeres.
La relación entre los dos países terminó con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump.
Se multiplicaron las sanciones contra la isla socialista.
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Su blanco más reciente fueron los cruceros estadounidenses, que ya no pueden viajar a Cuba, como hacían desde 2016.
Para el Estado, la prohibición significa menos ingresos por concepto de atraque y para los cubanos que viven del turismo la pérdida de una generosa clientela.
«Normalmente, el turismo europeo viene en época de invierno, por lo tanto lo que nos mantenía trabajando era el turismo americano, el turismo de crucero», asegura Estrada.
Los estadounidenses todavía pueden viajar a la isla por avión, pero la gran mayoría lo hacía por mar.
Turistas americanos dejaron a Cuba desolada
Incluso el restaurante privado San Cristóbal, que ganó fama cuando Barack Obama cenó allí con su familia en 2016, sufre la falta de turistas.
«Ahora mismo el restaurante está al 20%, ayer si entraron seis mesas fue mucho», se queja su propietario, Carlos Cristóbal Márquez, de 55 años.
«Lo que hemos ido es para atrás con todas las medidas que está tomando el presidente Trump», apunta.
Yoel Montano, de 44 años, también apostó por una avalancha de turistas estadounidenses.
Hace dos años dejó su empleo en un campo de tabaco para trabajar en la capital.
Pero su coche, tirado por la yegua «Mulata», también está parado a la sombra de un árbol en el casco antiguo.
«Cuando entraban los cruceros, todo el país tenía vida, venía mucho turismo». Hoy, «las plazas están vacías», es «muy triste», dice Montano.
Trump «acaba con nosotros, acabó con Cuba, es un loco», opina y destaca que «el mejor turismo es el americano. Se portan muy bien, son amistosos».
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