La Cana: plan para reintegrar desde lo emocional a mujeres encarceladas : Digitall Post
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La Cana: más allá del trabajo, un proyecto para reintegrar desde lo emocional a las mujeres encarceladas

Angélica Ferrer

Por: Angélica Ferrer

hace 4 años

La Cana: más allá del trabajo, un proyecto para reintegrar desde lo emocional a las mujeres encarceladas

Imagen: Cortesía

  • Es una agrupación fundada en 2016.
  • Busca apoyar a las mujeres de manera integral para que puedan volver a la sociedad con diversos conocimientos.
  • Esta es la historia y cómo ha impactado en las internas de los penales.

Estar en la cárcel representa una de las experiencias más difíciles que puede vivir cualquier persona, especialmente si eres mujer y radicas en México, por esta razón nace La Cana, un proyecto para apoyarlas de manera integral.

Las mujeres recluidas en los penales se enfrentan no solo al prejuicio, sino al abandono, la pobreza y a lidiar con procesos naturales como la menstruación, el parto y la crianza de sus hijas e hijos en condiciones insalubres.

Si quieres conocer el trabajo de La Cana y cómo puedes colaborar con esta agrupación, te contamos sobre su historia.



Los inicios de La Cana

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Era 2016 y Daniela Ancira, Raquel Aguirre, Wendy Balcázar y Mercedes Becker estudiaban Derecho y Psicología, respectivamente. Sin embargo, un proyecto escolar les cambiaría la vida y las acercaría a las personas encarceladas.

«En una clase de Derecho Penal había un programa de voluntariado para dar asesoría jurídica a mujeres privadas de la libertad en el penal de Barrientos. Fuimos a esta visita (…), éramos estudiantes muy jóvenes, así que nos pusimos a platicar con las mujeres (…). El sistema penitenciario tiene muchísimos problemas a su alrededor. Algo que me impactó muchísimo es que no había actividades productivas dentro de la cárcel; la gente estaba pasando el tiempo esperando a que se cumplieran sus condenas, pero no aprendían nada nuevo», cuenta en entrevista Daniela Ancira, directora ejecutiva de La Cana.

Aunado a ello, relata, fue el descubrimiento de que las internas deben pagar por servicios y objetos básicos para cualquier persona, desde artículos de higiene personal como por su propia seguridad.

«Una chava me contaba que se gastaba hasta 300 pesos diarios por sobrevivir en Barrientos. Le pregunté de dónde sacaban el dinero si no había trabajo. Me comentó que, las que tienen todavía apoyo de las familias, les traían la comida, dinero, pero vienen desde la pobreza y es imponer una carga económica (…). Las que ya no tenían familia tenían que hacer lo que fuera por obtenerlo; implicaba seguir cometiendo delitos dentro de prisión, desde llamadas para extorsionar, contrabandear drogas y hasta prostituirse en el penal de hombres para obtener un ingreso», narra.



Con estos factores, las jóvenes decidieron fundar La Cana para no solo ayudarlas a aprender, sino a que generaran su propio ingreso lejos de la delincuencia. Para ello, arrancaron con actividades relacionadas con el tejido y bordado.

«Nos dimos cuenta que, si realmente quieres hablar de reinserción social, no es nada más darle trabajo a una persona. La delincuencia es un problema social que requiere de varios factores; no solamente es un tema económico, sino familiar, social, de falta de oportunidades. Hay que atacar la delincuencia desde muchos medios», explica Ancira.

Salud emocional, mental y física

Aunque Ancira y sus compañeras arrancaron La Cana con proyectos artesanales, muy pronto integraron diversos talleres para apoyar a las mujeres no solo en lo laboral, sino en lo físico, emocional y mental.

Para ello, cuentan con programas de psicoterapia del arte; sobre violencia de género; de maternidad responsable; teatro; club de lectura; clases de inglés y matemáticas, y yoga y meditación.

«Es un programa integral para trabajar con la personas los mayores ejes posibles para que, cuando salga, se reinserte y tenga una vida productiva y lejos de la delincuencia», afirma Ancira.

No obstante, acercarse a las mujeres en prisión no fue fácil; las internas desconfiaban debido a la violencia que habían sufrido antes de ingresar al penal y aún dentro de él.

«En el contexto de muchísima violencia es difícil que confíen en alguien. Tienen esa duda de que alguien abusará de ellas, que quieres algo a cambio, que las vas a explotar de alguna manera. Es un tema de paciencia, de conocer la población con la que estás trabajando, los retos que enfrentas y hacer dinámicas de integración», destaca.

Un ejemplo de ello fue cuando llegaron por primera vez al penal de Ecatepec, hace 4 años. En ese sitio se les recibió de manera hostil, con amenazas hasta de muerte.

«Una de mis socias, Mercedes (Becker, quien es directora de Salud Mental del proyecto) empezó a pintar un mural en el lugar, y poco a poco, se le fueron uniendo muchas. Pusimos pájaros para representar la libertad y frases motivacionales. Así comenzamos a conocerlas, a demostrar que no queríamos nada de ellas, que queremos ayudar y que estamos ahí por ellas», detalla.

El avance en las cárceles

La Cana

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Estas experiencias han causado que, «de boca en boca», La Cana sea reconocida en diversos centros de readaptación social de la Ciudad de México y Estado de México, donde actualmente laboran; además de Barrientos y Ecatepec, tienen presencia en las cárceles de Nezahualcóyotl Sur y Santa Martha Acatitla.

Además, el equipo y las y los voluntarios que les acompañan cuentan con el apoyo de las autoridades.

«Tenemos un convenio de colaboración con la Dirección General de Prevención y Reinserción Social de ambos estados y siempre nos han abierto las puertas para hacer estos talleres. Creo que entendemos bien que hay que hacer trabajo en equipo, que el gobierno y nosotros no podemos solos (…). Nos apoyan porque han visto extraordinarios resultados en las cárceles donde trabajamos», menciona.

Entre sus planes a futuro, cuenta Daniela Ancira, está la ampliación de los programas de La Cana a diversos penales del país, esto a través del modelo de franquicias sociales y un estudio sobre qué tanto han influido los hombres y el machismo en la comisión de delitos por parte de mujeres.

Otros rubro es enseñarles a las internas a usar computadoras, con el propósito de que conozcan su funcionamiento, los programas básicos y tareas elementales para el mundo laboral fuera de los penales.

Y llegó el Covid-19

Para Ancira y su equipo, la pandemia de Covid-19 representó un reto; su labor requería estar con las mujeres en sus centros penitenciarios. Pero idearon una nueva forma de continuar con las actividades.

«Cerraron la visita y cualquier actividad externa, pero pudimos seguir llevando trabajo porque se lo dábamos a través de las custodias. Se los dábamos en la calle, ellas lo llevaban con las instrucciones. A la semana siguiente o las 2 semanas, pasábamos a recoger el producto terminado», dice.

Además, se unieron para apoyar a la organización a Salvando Latidos a través de diseños; con lo recaudado, esa asociación donó material de protección para personal sanitario.

Lo que crean las mujeres con La Cana

La Cana | Digitallpost

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Las mujeres que colaboran en La Cana desde prisión han creado desde ropa para bebés hasta nacimientos, juguetes y figuras para no solo ayudarse económicamente, sino apoyar causas como el movimiento LGBTIQ+ o a las personas con autismo.

La temática de los diseños se deciden a partir de las fechas conmemorativas de cada mes, así como aquellos hechos que impactan a la sociedad, por ejemplo, la lucha contra el cáncer de mama.

Las tareas de esta organización también se realizan en colaboración con otras organizaciones como Reinserta, Almas Cautivas y Fundación Arena. Sumado a lo anterior, ofrecen el servicio de maquila de productos para diversas empresas, con el propósito de que integren a las mujeres en prisión en una cadena de trabajo.

¿Cómo apoyar a las mujeres en prisión?

Si te interesa ayudar a las mujeres de los penales donde colabora La Cana, hay diversas vías. Una de ellas es adquiriendo los productos que venden en el sitio web del grupo. Otra más es encargando los diseños que tú desees.

«Te podemos hacer lo que sea. Hay gente que nos dice ‘quiero a mi perro en peluche’ y queda increíble, o un conejo, dragón (…). Se pueden adquirir en nuestra página o a través de pedidos@lacana.mx», precisa.

También aceptan donativos en dinero o en especie (artículos de higiene personal, cobijas o ropa, por ejemplo). Para esta última modalidad, manda un correo a donativos@lacana.mx y se comunicarán contigo.

Además, hay oportunidad de hacer voluntariado. Ahí debes anotar los días que estarías disponible, qué tipo de actividad quieres realizar y cuántas veces planeas colaborar. Para registrarte, haz clic aquí.

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Internacional papa francisco Papa León XIV vaticano

Robert Francis Prevost, un moderado estadounidense con fuertes lazos con Perú

AFP

Por: AFP

hace 1 mes

Robert Francis Prevost, un moderado estadounidense con fuertes lazos con Perú

Robert Francis Prevost llegó a Perú por primera vez como joven misionero agustino y años después partió desde el país andino como obispo rumbo al Vaticano, donde este jueves se convirtió en el primer papa estadounidense, con el nombre de León XIV.

Prevost, de 69 años y que también tiene nacionalidad peruana, llega al trono de San Pedro con una reputación de moderado, crucial en un momento en que la Iglesia aparece muy dividida.

Desde el balcón de la basílica de San Pedro del Vaticano, el nuevo papa instó a «construir puentes» a través del «diálogo», avanzando «sin miedo, unidos, dando la mano a Dios y dándonosla entre nosotros».

«Dios nos ama, Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá», afirmó en su primer discurso, en el que trató de unir y tranquilizar ante un mundo asolado por las guerras.

«Mucho por hacer»

Prevost ha pasado un tercio de su vida en Estados Unidos. El resto entre Europa y América Latina, una de las periferias del mundo de donde también era el argentino Jorge Mario Bergoglio.

El diario italiano La Repubblica lo llamó «el menos estadounidense de los estadounidenses» por la moderación de sus palabras.

La idea de un papa norteamericano estuvo por siglos descartada en Roma, ya fuera por la distancia –estaban tan lejos que normalmente llegaban tarde a los cónclaves– o por decisiones geopolíticas.

Según el sitio especializado Crux, tener un pontífice de la primera potencia mundial hacía temer además que la CIA pudiera meter sus manos en la Iglesia.

Arzobispo emérito de Chiclayo, a unos 750 km al norte de Lima, Prevost obtuvo la nacionalidad peruana en 2015.

Dejó Perú para sumarse al gobierno vaticano, donde dirigió el importante dicasterio para los Obispos, que tiene la destacada función de aconsejar al papa sobre los nombramientos de los jerarcas de la Iglesia.

Tras la muerte de Francisco, Prevost dijo que aún quedaba «mucho por hacer» en la transformación de la Iglesia.

«No podemos parar, no podemos retroceder. Tenemos que ver cómo el Espíritu Santo quiere que la Iglesia sea hoy y mañana, porque el mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es el mismo que el mundo de hace 10 o 20 años», dijo el mes pasado a Vatican News.

«El mensaje siempre es el mismo: proclamar a Jesucristo, proclamar el Evangelio, pero la manera de llegar a las personas de hoy, los jóvenes, los pobres, los políticos, es diferente», añadió.

Misionero en Perú

Fue uno de los cardenales más cercanos a Francisco, cuyo pontificado generó resistencias dentro de los sectores más conservadores.

Pero al mismo tiempo, su sólida formación en Derecho Canónico tranquiliza en estos círculos que buscan un enfoque más centrado en la Teología.

Prevost nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago y asistió a un seminario menor de la Orden de San Agustín en San Luis como novicio antes de graduarse en Matemáticas en Filadelfia.

Políglota, estudió Derecho Canónico en Roma, donde también obtuvo un doctorado.

Se unió a los agustinos en Perú en 1985 para la primera de sus misiones en el país andino.

Al regresar a Chicago en 1999, fue nombrado prior provincial de los agustinos en esa región estadounidense y posteriormente prior general de la orden en todo el mundo.

Regresó a Perú en 2014 cuando Francisco lo designó administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo.

Casi una década después, entró en la curia en sustitución del cardenal canadiense Marc Ouellet, que fue acusado de agredir sexualmente a una mujer y renunció por motivos de edad. Entonces, el difunto pontífice lo nombró también presidente de la comisión pontificia para América Latina.

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