Imagen: Alejandro Aguilar
- La actriz, compositora y cantante Astrid Hadad está en México para regalarte una gozosa experiencia multisensorial
Con su música, canto y lecciones de historia que recorren el México social, político y cultural desde la época prehispánica hasta la actualidad, Astrid Hadad inundó la atmósfera del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.
Sin duda las presentaciones de la actriz, compositora y cantante, tienen un sello distintivo de irreverencia. Se caracterizan por una enorme carga de crítica lo mismo a los gobiernos de pasadas eras, que a los protagonistas de la historia universal actual.
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Gran experiencia
El público, que agotó las localidades la noche del viernes, vivió una gozosa experiencia multisensorial cuando la artista elevó la voz para interpretar un ramillete de los éxitos que la han consagrado.
Autodenominada como “La Madre Teresa de la música mexicana” y “La Edith Piaf de Chetumal”, Hadad se presentó dentro del ciclo “Entre lenchas, vestidas y musculocas”.
Aderezó cada canción interpretada con breviarios culturales que por su sarcasmo e ironía, a la vez que atrevimiento y denuncia, fueron ampliamente celebradas por los asistentes al teatro.
«Hecha en México»
El periplo por el que llevó al público inició en la época del Imperio Mexica, narró pasajes de la llegada de los españoles y las alianzas que hicieron con ellos algunos pueblos sometidos. Astrid completó cada canción con su respectivo vestido que, como en cada presentación, es una escenografía completa.
“Los aztecas fundaron su enorme imperio en menos de 200 años. Podemos decir que eran los imperialistas de su época. Lo hicieron con la explotación y el sometimiento de otros pueblos mediante la guerra, el terror, la religión y el cobro de impuestos altísimos, sobre todo a los que menos tenían. Nada ha cambiado, porque lo mismo pasa ahora”, explicó.
Intercalando música y canto con anécdotas y gracejadas a partir de la historia real, señaló que el tzompantli, altar donde eran colocadas las cabezas de los prisioneros de guerra ofrendados a los dioses.
“De esa tradición vienen las calaveras de azúcar para el Día de Muertos. Es decir, nuestra fuerza es transformar las cosas más horribles en cosas dulces”, hizo notar.
Más de la historia
Cuando los españoles descubrieron aquí los sacrificios humanos tacharon a los aztecas de salvajes. “Pero esos ‘salvajes’ tenían una gran cultura: eran poetas, arquitectos, astrónomos, escultores, pintores y diseñadores. Sí, aquí se hacían sacrificios humanos, pero los españoles tenían su Inquisición, con la que civilizaban, según ellos, a los aztecas salvajes asándolos en las hogueras”.
Ante un público atento a cada arenga o explicación, Astrid Hadad explicó que la diferencia “era que los aztecas se comían la carne de los sacrificados y por supuesto, la mejor parte era para los ricos y poderosos, y lo que sobraba se vendía en el mercado; no había desperdicio alguno… podemos decir que los aztecas fueron los precursores del reciclaje”.
Añadió que de cualquier forma, eran mucho más impresionantes los sacrificios humanos que la comunión católica.
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El gran cierre
Luego vino el siglo XVIII y en México fue muy luminoso no por las ideas, sino por la apariencia. Los ricos eran como joyerías ambulantes con aretes y brazaletes de diamantes, vestidos bordados en oro y carrozas incrustadas en oro y plata.
El tiempo sobre el escenario transcurrió y la artista con sus seguidores llegaron a la actualidad para reflexionar en el sentido de que todo mundo desea un mundo ideal, pero muchas personas lo hacen destruyendo la naturaleza, para construir rascacielos y otros bienes y servicios a costa del bienestar del planeta Tierra.
Cucurrucucú con fragmentos de su letra en francés, La Llorona y El venadito, que de acuerdo con Astrid Hadad era la canción favorita de la artista plástica mexicana Frida Kahlo, fueron los temas más aplaudidos de la noche, la cual llegó a su fin con dos temas que el mismo público solicitó a la cantante: El calcetín y La tequilera.