Imagen: AFP
- Carmen Sánchez fue víctima de un ataque con ácido de su expareja y como parte de su sanación creó una fundación para ayudar a otras mujeres.
- Su lucha incluye lidiar con un sistema de salud pública que garantiza pocas operaciones que requieren las víctimas; y un aparato judicial marcado por la impunidad.
- La fundación sabe de 31 ataques con ácido contra mujeres desde 2001, en los que 6 fallecieron.
Carmen cubre con enormes gafas oscuras las huellas de un ataque con ácido de su expareja. Como parte de su sanación, ayuda a otras víctimas de ese crimen en México a reconstruir sus vidas.
De 37 años, 8 de ellos con cicatrices, la mujer lidera la Fundación Carmen Sánchez.
«Cada día resisto, pero no sé si en algún momento llegue la sanación completa», afirma Carmen. Ella se sometió a 61 reconstrucciones, injertos de piel y limpiezas quirúrgicas tras el ataque.
«No fue un accidente, no nací así, él lo planeó, fue y compró el ácido y me lo arrojó. Cuando me miro al espejo, lo veo a él», expresa.
Su fundación, lanzada en 2021 para «poner un alto a la violencia ácida», postula que el compañerismo y la amistad ayudan a las víctimas a sobrevivir.
Su lucha incluye lidiar con un sistema de salud pública que solo garantiza algunas de las operaciones que requieren las víctimas; y un aparato judicial marcado por la impunidad que no evita que los agresores maten o desfiguren.
En 2021 México registró 3,751 asesinatos de mujeres. De ellos, 1,004 fueron clasificados como feminicidios (crímenes por razón de género).
La fundación sabe de 31 ataques con ácido contra mujeres desde 2001, de los que 6 fallecieron. El delito va al alza: en 2021 hubo 7 casos, frente a 2 en promedio de años anteriores.
Pero luego de que se conociera recientemente el caso de una mujer agredida en 1988, la organización teme que haya un abultado subregistro de personas que viven su dolor en la sombra.
«Un pedazo de justicia»
Carmen, madre de 2 hijas, tuvo una relación de 10 años marcada por la violencia. Denunció 3 veces los maltratos, pero su pareja jamás fue sancionado. Tras separarse, el hombre la atacó con ácido en 2014.
«Me decía que me iba a hacer algo que recordaría toda mi vida», recuerda.
Por la agresión estuvo internada 8 meses en un hospital público, y derivado de esto tuvo que depender de médicos privados que atienden a las víctimas gratuitamente.
En el sanatorio estatal «me dijeron que podía vivir con mis cicatrices» y que «agradeciera que sobreviví», comenta sobre la dificultad para acceder a cirugías costosas en el seguro social.
Ante la inacción de la policía, la mujer se dio a la tarea de localizar al hombre, que fue finalmente detenido en 2021 y es procesado por intento de feminicidio. «Me tocó arrancarle un pedazo de justicia al Estado, fui yo quien hizo todo el trabajo».
Recuperar la vida
Yazmín, de 34 años, es una de las 8 mujeres que la fundación acompaña para obtener tratamientos gratuitos, asesoría legal y terapia psicológica.
Hace año y medio, cuando salía del trabajo, una mujer le arrojó un líquido caliente. Sufrió quemaduras en párpados, cuello, piernas, un brazo y perdió una oreja.
«Llegué a pedir a los socorristas que me durmieran (ayudaran a morir)», admite la mujer, quien se reserva su apellido.
Cree que la atacante fue enviada por su expareja, con quien tuvo una relación también plagada de violencia que fue ignorada a pesar de sus denuncias. «Días antes (…) me dijo que me anduviera con cuidado, que me tenía una sorpresita».
Su experiencia en la fundación ha sido liberadora. «Estamos más en confianza, no somos juzgadas, no nos acusan de ‘por algo te lo hicieron’, te sientes arropada. Yo pensaba que era la única, pero descubrí que es un problema mundial», dice.
Según la ONG británica ASTI, India registra anualmente hasta 300 ataques con ácido, mientras Gran Bretaña tiene una de las tasas de casos per cápita más altas, la mayoría aparentemente relacionados con pandillas y contra hombres.
Colombia, donde el delito es castigado con 50 años de cárcel, registró 50 casos en 2021 (28 contra mujeres), según cifras oficiales.
El propósito de la fundación es que las víctimas «recuperen su proyecto de vida», subraya su copresidenta Ximena Canseco, de 27 años.
«Los momentos de ocio, las celebraciones de fechas importantes, salir a comer o simplemente que hablemos por teléfono es parte fundamental de lo que las puede mantener de pie», comenta.
«Mil veces yo»
Martha Ávila, de 63 años, se define como «víctima colateral» de esta crueldad. El 8 de marzo de 2017 fue agredida por el exesposo argentino de su hija.
«Vino para atacarla a ella, pero como no la encontró, me buscó a mí. Su expresión fue que iba a destruir lo que ella más quería», dice esta mujer de vivaces ojos, que sufrió quemaduras en el 40% del cuerpo.
Solo en 8 de las 32 entidades federativas hay leyes para castigar estos ataques. No obstante, los autores pueden reducir la pena si confiesan el crimen. El agresor de Martha podría quedar libre en 2 años.
Pese a todo, esta mujer se dice «afortunada» porque la víctima no fue su hija.
«Como madre piensas ‘mil veces yo’. Cuando veo en la fundación a compañeras de 20, 30 años, no puedo imaginarme lo que es que te destruyan la vida tan joven, y más si es el padre de tus hijos».